Espejo de Luna

viernes, septiembre 17, 2010




VIVIR...MORIR





Soy feliz en la luz, sirena,
en la luz tuya enajenado.
Yo aprendí a vivir mirándote a ti.
A tu resplandor me entrego,
igual que el ciego a la mano;
se siente tu claridad
hasta en los ojos cerrados,
-presencia que no se ve-,
acariciando mis párpados.

Por tanta luz tú no puedes
conducir a nada malo.
Con mi vista, que te mira,
poco te doy, mucho yo gano.
Sale de mis ojos, pobre,
se me marcha por tus costas,
por todas tus orillas,

coge azules, brillos, olas,
alegrías,
las dádivas de tu cielo.
Cuando vuelve, vuelve toda
encendida de regalos.
Reina mi mirada se siente;
las dichas
con que tú la has coronado.
¡De lo claro que me lo enseñas
qué sencillo es el milagro!
Si bien lo guardo en los ojos,
nunca pasa, lo pasado.

¿Conservar
un amor entre unos brazos?
No. En el aire de los ojos,
entre el vivir y el recuerdo,
suelto, flotando,
se tiene mejor guardado.
Aves de vuelo se vuelan,
tarde o temprano.
Los ojos son los seguros;
de allí no se van los pájaros.


Lo que se ha mirado así,
día y día, enamorándolo,
nunca se pierde,
porque ya está enamorado.
Míralo aunque se haya ido.
Si unos ojos se te niegan
cuando les das tu mirada,
tú no dejes de mirarlos,
espera.
También se marcha la luz,
y aguardan las infinitas
miradas de las estrellas,
toda la noche, a que vuelva.
En el espejo de luna está,
y queda, tu luz, sirena.
La luna se llena de ti, mujer,
cuando baja y te late en el regazo
(y me emociono yo acunándote,
mimándote, acariciándote)

La luz es dicha redonda.
No se va; cuando se va,
va camino de su vuelta,
a los ojos que alumbró.
La luz nunca estará muerta.
Si es que tu besar se encuentra
sin labios que le besaban,
no es que tu boca se esté
ya para siempre soltera.
Los pájaros tienen alas
que del árbol se los llevan.
Pero las ramas
de donde arrancó ese vuelo
saben lo que va a pasar
cuando echen las hojas nuevas.
Esos labios que no quieren
volverán a su querencia:
la boca en que se posaron
sus besos por vez primera.

No desesperes, amor,
tú tendrás lo que deseas:
si eres amor, de verdad
lo imposible siempre llega.
Felicidad. Destilada
por el tiempo en sus colmenas,
por horas que van y vienen
por el aire, o son abejas.
Aprendamos paciencia, amor:
el mundo es hechura alegre
de una celeste paciencia.
Ni los estrelleros saben
cuánto siglo sobre siglo
ha tardado esta belleza.
Mientras haya
alguna ventana abierta,
ojos que vuelven del sueño,
otra mañana que empieza.
Mientras haya
trasluces en la tiniebla,
claridades en secreto,
noches que lo son apenas.
Susurros de estrella a estrella,
-mientras haya-
Casiopea que pregunta
y Cisne que la contesta.

Mientras haya
tantas palabras que esperan,
invenciones, clareando,
-mientras haya-
amanecer de poema.
Mientras haya, sirena,
lo que hubo ayer, lo que hay hoy,
lo que venga.
Tu luz en mí, sirena,
nunca estará muerta.

Ahora debo poner un telegrama:
«Imposible viaje. Surgió adiós imprevisto.»
Escribir una carta, diciendo:
«Ya no puedo operarme. Es tarde.
Tengo una despedida.»
Colgar en la puerta de esta casa,
que es la vuestra,
un papel blanco, donde esté escrito:
«Cerrado por adiós.»
Vivir: mirándome en tu luz.
Morir: sin mirarnos en el adiós.

Post Scriptum:
Los médicos me han dado una semana
para que ponga al día mis asuntos…
Una derivación del síndrome de Marfan,
que he venido padeciendo,
me ha provocado una disección aórtica
que requiere urgente intervención quirúrgica.
Mañana me ingresan y supongo que antes de
mi cumpleaños, la suerte estará echada.

Quiero agradecer el regalo de vuestras miradas
a las letras que, desde hace más de cinco años,
en este espejo de luna he venido grabando.
Con ellas, siempre he pretendido ensalzar

la grandeza y la belleza que hay en toda mujer y,
particularmente,
en mi amada sirena que siempre,

sin ella casi saberlo,
me ha venido ensanchando el alma y

alargando la VIDA
con su aroma a hierbabuena, tomillo y menta,
con sus suspiros de amor, de amoramor
y sentimiento de deseo y beso; con su dejarme
acariciarla tan sólo con mi pensar.
No quiero despedirme de mi sirena:
no quiero que mis palabras se hagan lágrimas
al decirle, con mi amor más profundo:
“ ¡Te quiero, vida mía!”
Quiero seguir con mi pensar en ella más allá
de la luna y las estrellas; y que ella me siga
diciendo sus cosas, sus sentires, sus alegrías
y no tristezas…La casilla de mi correo,
al igual que este espejo, seguirá
abierta para yo seguir sabiéndola y poderle
decir cómo bailan tango algunas estrellas.

Todo está colmado.


jueves, agosto 12, 2010

COMPROBARTE EXTENSAMENTE





















Dentro, en tus ojos, donde calla y duerme
un palpitar de acuario submarino,
quisiera, cual licor tenue al difumino,
hundirme, decantarme, adormecerme.
Y a través de tu espalda, pura, inerme,
que me trasluce el ritmo de andantino
de tu anhelar, si en ella me reclino,
quisiera trasvasarme y extenderme.

Multiplicar mi nido en tus regazos
innumerables, que al cerrar tú los brazos
no encontrases mi carne, en ti disuelta.

Y que mi alma, en bulto y tacto vuelta,
te resbalase en torno, transparente
como tu frente, sirena, como tu frente.

Déjame acariciarte lentamente,
déjame lentamente comprobarte,
ver que eres de verdad, un continuarte
de ti misma a ti misma extensamente.

Así te quiero, fluida y sucesiva,
manantial tú de ti, agua furtiva,
música para mi tacto perezosa.
Así te quiero, en límites pequeños,
aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa.
Y tu unidad después, luz de mis sueños.

Fiel a ti misma, sin cesar renaces,
siempre nueva a mi tacto, a mi deseo viva.
Yo, sin ti, oscuro y tú, allá lejos, luciendo.

Pone al copiarte mi espejo
un poco de claridad.
Si ahora yo te canto:

"Tu cielo es azul celeste
y azul marino tu mar".

Tú abres tus ojos como un faro
y naufrago soy de ti el que gira
como un satélite imantado.
Y dime, esta luz mía – tuya – que devuelvo
¿a qué te sabe viva en tu regazo?
¿Puede aumentar tu lumbre
este navegante lejano
que de veraneo se va?


lunes, agosto 02, 2010

PRESO DE TI





















En qué dulces prisiones recluyes mi destino, sirena mía.
No en frías fortalezas ni en sombrías mazmorras,
no entre argollas pesadas que mis tobillos hieran
ni entre hierros que aprieten mi cuello hasta dañarme;
tu condena es sutil: grilletes invisibles
me impiden dar un paso, ciñen mis manos, tasan
mínimos movimientos, de modo que no puedo
sino estar a tu lado, mirar donde tú digas,
incluso pensar sólo lo que tú ordenes,
porque hasta el pensamiento me tienes apresado.
He visto oscuras celdas en lugares malditos,
calabozos terribles que aún el llanto desbocan,
malvadas heredades de siglos sin ventura,
agujeros de pena bajo el tul de otros tiempos
en donde tantos hombres renegaron del mundo.
Pero tus brazos forman la más segura celda,
tus besos como látigos desentrañan mi espalda,
como garras tus manos soliviantan mis sienes,
y tus pechos señalan como llamas mis labios.
Con qué suaves cadenas has sabido apresarme.
Soy tuyo en una celda que no tiene confines,
que no precisa puertas, barrotes, ni cerrojos;
pues crece donde habitan tu nombre y mi derrota.
En este etéreo espacio sin más sombra que el sueño,
paso las horas muertas de la vida contigo,
y en él me das tormento, pues me atormenta verte
partir hacia la nada dejándome tu ausencia.
Preso en tu lejanía, los grilletes que urdiste
me mantienen inmóvil, leves hierros de humo,
y espero tu regreso para que me liberes,
para saberme tuyo, vivo en tu amor, salvado,
pues soy libre por ti, y en ti me siento preso.
Qué sinrazón que sólo desde el amor se alienta.
Sobre tu piel señalo las noches y los días, sirena,
de esta extraña condena que me libera amándote.


jueves, julio 22, 2010

BESOS, BESOS, BESOS...















Hay besos que a uno le saben a vida,
cuya degustación
se hace en la adolescencia: son torpes,
meras pruebas de lo que vendrá.
Puedo deleitarme con el sabor a triunfo, difícil
de repetir, regalado en una distribución de
premios.
Hay besos de gustillo ambrosiano que nos hacen
firmar cualquier cosa y, una vez puestos, ¿qué más da?
Nos convierten en quien realmente somos: seres
ardientes, instintivos, libres...
Un beso robado sabe a vainilla aunque, ¡claro!,
sólo queda relamerse. Lo apetitoso siempre
sabe a poco. Nos acerca al exotismo. Es como
comerse un flan: yo lo adorno con frutillas, es menos
empalagoso, pues sin adorno me sabe a quemado.
Los filólogos dan sus besos con ligero sabor antiguo,
casi a manuscrito decimonónico, diría yo, áspero,
acre... Abusan de la palabra, rizan el rizo...
Los he catado con sabor a queso: hablan al paladar
de gustos gastronómicos. Se intuye el clavo
y, para un aperitivo con vino tinto, creo que son los
más adecuados.
Hay besos suaves, como
los de seda, sabrosamente afrutados,
como los de raso, los de terciopelo;
los paladeé deliciosos, propios
del preciosismo, besos que son rosa palo.
Otros besos son de mariposa,
de niño me los enseñó mi padre. Se dan
con las pestañas, cosquillean
y desatan la risa. Son ligeros y alados.
También los he probado con saborcillo a caramelo,

otros de yogurcito ¡mmm!, sabrosamente íntimos
en la penumbra de tu dosel. Hay que saber alargarlos.
Todo está ahí. Alimentan.
Admitiré, sin embargo, que también hay besos
insípidos, ya secos, como de papel. Son los
de los falsos, tan simples como ellos.
Están ausentes de condimentos, te aburren

(admito que éstos nunca los probé)
Están los besos salados de una sirena
de agua marina, los de menta y tomillo de la mía:
aromáticos y suculentos.


El beso de la muerte seguro que es el más frío,
y tal vez a mí (y a todos), hoy y mañana,
nos queda soñar con el regalo de otro

tierno, cálido y dulce beso para más
sentir el ser y la VIDA.

martes, junio 22, 2010

ABIERTA FLOR





















Me dices:
‹‹Dame la vuelta con cuidado,
con la delicadeza del susurro;
descifrando las claves de mi cuerpo,
sus secretos, las zonas cerradas y sus llaves.
Marca con tiza de besos un mudo camino,
que no te sobren manos, usa todos tus dedos.
Déjame luego un tiempo así, desnuda,
de espaldas. Mírame un rato de lejos.
Ahora dime qué sientes si no puedes tocarme.
Quédate así mientras se va mi imagen.
Espía mi descanso tras las rejas
de tu sueño sin luna.
Tu sueño como un rito
agridulce, vivido, inaccesible.››

A ti me acerco.

Te había imaginado tantas veces...
nerviosa como yo,
tumbada sobre la arena.
Geometría infinita:
volumen, aire, aroma.

Así recorro tus heridas,
me detengo en tus surcos:

bebo de tu boca el beso,
lamo tu flor abierta, la mordisqueo, la succiono.
Me agarro a tus caderas,
todo ahora en ti es concepto.
Doy nombre a cada parte
del cuerpo tuyo que desnudo.
Lo bautizo de besos.
te separo las piernas y las manos,
cambiamos de postura en un instante:
placer, amor, un sueño;
qué haría yo ahora mismo si no fuera
porque eres sólo imagen y deseo, sirena.


Tumbada eternamente
como sonrisa ignota
que se encogiera de hombros,
muda entre los clamores,
permanente sonrisa.
Así te conocí
la noche de las noches,
en el tiempo en que salen como antorchas
los amores más puros,
y vuelven como un sueño
para formar tu nombre
las vocales.

viernes, junio 11, 2010



















Tú apareces,

tú me desnudas,

tú entras en la luz,

tú despiertas mis colores,

tú coronas las aguas, sirena,

tú comienzas a recorrer mi tiempo como un licor,

tú rematas la más cegadora de las orillas,

tú predices si mi mundo seguirá o va a caer,

tú conjuras mi cuerpo para que acompase

su ritmo a tu plenitud de lava,

tú reinas en el centro de esta conflagración

y del primero

al séptimo día

tu cuerpo es un maravilloso y arrogante

palacio

donde vive y se agita

mi

temblor.


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viernes, mayo 28, 2010

NOCHE DE LUNA HECHA BESO

















Es un momento de esta noche. La luna llena, entera, tensa, perfectamente redonda, acabada de nacer y durísima, quedará en equilibrio, sobre la tangente de la tierra en distancia, como un sol sin rayos, domesticado y gozoso de dejarse mirar.
Un paso; y se lanzará a recorrer su camino, ella, sola, por el cielo, y con su luz por los caminos de la tierra, infiltrando entre los árboles, hasta campo cercano, la finta de su blancura. Luna delicia, celeste luna. Luna de floreado fulgor que para tu cuerpo pienso, para iluminar tu cuerpo; y no a la luna en ti, sirena, sino en la luz de la luna poder besarte.
Te besaré. Y mi beso, ¡qué alto!, te llegará a estremecer; te calará con la bajada de la nieve en el prado, con la calma que pone la miel al esponjarse en pan tierno.
Labios traigo para ganar el principio de tu boca. Fresca boca sangrienta que he de morder; sí, en esa luna que sabe a ti y no eres tú, roja más que corales del océano. Párpados remadores, tus párpados en las aguas de luna. Navegante luna. ¿No vibra en tus oídos la canción del mar, sirena de espumas llena? ¡Tú mar lunado, ausente, tal que un cielo ahora, cielos de luna nueva, esa mirada que no tengo ahora a mi lado y que me aprieta como un dolor…