Espejo de Luna

jueves, marzo 31, 2005

La cocción de la rana


Los científicos nos han proporcionado una metáfora muy útil
con la que explicar cierto tipo de comportamiento humano:
el fenómeno de la cocción de la rana.
El fenómeno es el siguiente.
Si dejamos caer una rana en un recipiente con agua hirviendo, sin
duda tratará desesperadamente de salir. Pero si la colocamos
suavemente en un recipiente con agua tibia a fuego suave, la rana
flotará con placidez. A medida que suba la temperatura del agua,
la rana se sumirá en un tranquilo sopor, exactamente igual que uno
de nosotros en un baño caliente, y antes de que transcurra mucho tiempo,
con una sonrisa en el rostro, sin resistirse, permitirá que se la hierva hasta morir.

¿Qué es lo que nos pasa? A veces, por (des)gracia de nuestra cultura,
los humanos somos como una rana que ha sonreído durante diez mil años,

mientras el agua se calienta cada vez más, pero finalmente, cuando por fin
el agua empieza a hervir, la sonrisa deja de tener sentido porque la rana ha muerto.

¿Por qué nuestro ánimo se nos viene abajo más de una vez?

Sencilla es la respuesta: Nosotros no somos la humanidad.

Estas cinco palabras pueden parecer extrañas. Pronunciarlas es como
ponerse los zapatos de un desconocido, confundiéndolos con los propios.
Si las pronunciáramos toda nuestra vida puede cambiar en un instante.
¿Probamos?

Hoy vengo a cosquillear con una pluma de alas a una ranita para que salte
y no se deje hervir en el agua de las circunstancias, por muy adversas que

éstas le parezcan.
¿Quién me acompaña en el salto?

miércoles, marzo 30, 2005

Primavera al viento


Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente...

Pedro Salinas

Si pudiera encontrarte, sirena,
quizá, si te encontrase, yo sabría
explicarme contigo
más que con la primavera;
más que con el marzo que termina
al que a su viento le repito
que si al fin te encontrase,
que si tú aparecieses, yo sabría
explicarme contigo
más que con el viento.

martes, marzo 29, 2005

Alas cerradas


Cierro mis ojos,
tú derramándote
en la inmensidad de mis párpados sumidos,
la nada profunda si los abro.
Te veo, ahí, sirena,
alzada tu forma sobre mi forma,
brillante al fin
cual luminaria
que hubiera quedado apresada
en mi esencia nocturna.
Estás, amor, detrás de mis ojos
brotando de mi
soledad infinita,
moldeando mi única intimidad cierta
con tus redondeces
y tus escamas y tus planetas;
te tengo en la plenitud de tu aroma
llenando los poros de mi existencia,
ocupando cada rincón
de mis caminos,
pareciendo que abro los ojos
cuando los cierro
porque has querido habitarlos
quedándote a reposar en ellos,
en estas alas cerradas de mis ojos.

miércoles, marzo 23, 2005

...Mas de repente tropiezo contigo...


...en una ráfaga de aire,
en el movimiento del corazón lleno de alas,
en la agolpada primavera recién llegada
donde navegan las nubes en oleadas.
De repente, tu aroma,
tu mano abandonada que entre las mías siento,
como si quisieras guiarme,
como si decirme quisieras,
de repente:
¿no me ves a tu lado,
no ves que te acompaño aunque te dejo ir,
como la pastora a las ovejas?
¿No ves lo azul y lo blanco,
en la canción que el mirlo desata?
¿No ves entre las nubes que empujo,
como suave marea de música,
mi errante presencia visible entre los surcos del cielo?
Apoyada mi cabeza en la hierba
dulcemente he soñado: Te he visto,
he conversado con el cielo,
he reído, y casi he abierto los párpados
para saber si era verdad...

lunes, marzo 21, 2005

Domingo

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Los domingos los hizo Dios para bostezar. Aunque las cosas vayan muy mal, los domingos fueron hechos también para rascarse la espalda por debajo del pijama. Dios creo este mundo lleno de conflictos y al séptimo día descansó, esto es, apagó la radio, dejó a un lado los periódicos y ni siquiera puso la televisión. Durante toda esta jornada quiso olvidar el engendro que había creado. A la hora del desayuno, se preparó unas tostadas con mantequilla y eligió una mermelada de fresa mientras todo el cielo olía a café. Se sentó en un sillón de orejas frente a la bandeja y sólo se permitió hojear muy por encima un suplemento dominical donde venían recetas para adelgazar y la última moda que en ese momento se llevaba en el paraíso. No se había quitado el pijama todavía. En chancletas, anduvo de acá para allá toda la mañana en sus aposentos privados, que tenían doble cristal en las ventanas para ahorrase los aullidos que llegaban desde el fondo del universo. Tal vez escuchó un poco de música de Bach y al mismo tiempo se entretuvo leyendo algún reportaje sobre ecología o se fue en chándal al supermercado a comprar comida dietética o aún amodorrado dejó que llegará el medio día y entonces se dispuso a cocinar. Preparó una ensalada muy completa, en la cual volcó toda la sabiduría y bondad que no había utilizado al crear el mundo. Se componía de berros, pepinillos, apio, salmón ahumado, arenques, aceite y orégano. Dios sabía que la Tierra estaba llena de barullo, pero eso no impidió que degustara delicadamente la ensalada sin prisas, puesto que era domingo. Después se echó una siesta, y al final de la tarde vio por televisión – en su canal de circuito cerrado- un partido de fútbol entre dos equipos de ángeles, tomando una copa muy relajado. Todos los conflictos de este planeta acumulados durante el fin de semana comenzaron a airearse de nuevo por la radio en al madrugada del lunes, y Dios, ya bien bostezado ahora, pensó si tenía fuerzas para soportarlos o si debía hacerse aún más vegetariano.

jueves, marzo 17, 2005

NOCHE SERENA




...y con paso cayado
el cielo vueltas dando
las horas del vivir le va hurtando
Fr. Luis de León


Dormía todo alrededor de mi sueño.
Dormían el viento y el relámpago;
dormían el acaso y el orden, la flor,
el riesgo, la mariposa y la palabra;
dormía el color; dormían la conciencia
y la acción y el grito y la sonrisa.

El alma desvelada, yo no dormía.
La luna no dormía. Mi vigilia era ese resplandor sutilísimo, imprescindible

para encender la lámpara mágica del insomnio en la oscuridad.
Cuidados voladores mantenían la vela de mis ojos; en vela mi corazón también estaba.

A esa luz, reveía mis años atropellarse. Paisajes hechos se me acercaban,
y los lugares y tierras en que estuve florecían en tierras y lugares donde,
mil veces, vengo a soñar estar. No latía el reloj y era perfecta la concertada

ausencia de campanas nocturnas en la dulzura del instante.

¿Dormías tú? ¿Acaso junto a mí, dormida? ¿Sin respirar? Ni cuerpo ni color,
como margen para ribera o lava de mi venero.
Pero la estrella -¿era tu estrella?, ¡no!-, las estrellas no dormían.
¡Cómo las presentía arder, zarandeadas por el viento de la noche,
flanqueando el camino de la luna llena!
Mientras, me esforzaba en recuperar los límites, muellemente alterados,
si por el sueño, si por mi ensueño en ti. Estaba yo inmóvil, horizontal,

en mi cama de siempre. De cara al techo. Cerraba los ojos verdes de espera,
torpes, para mejor ver, no viendo la oscuridad. Desprendía poco a poco la mirada
de mí, escardaba las flores de tu imagen y te hacía marchar despacio en mi dentro...
Y de pronto –nadie te despertaba- tú, con tu cuerpo exacto: tu cuerpo mejor pensado.

Encendía la lámpara para finalizar la noche memorando. Las esperas, las medidas precisas, tu número, la cifra de oro de tu ser mujer. El paisaje real de tu estrella; invisible estrella, en el cielo de tu patria lejana, bajo la Cruz del Sur.
Hasta que el alba se ha clareado, filtrando una raza de molidos colores,

y en el cono de luz batía con arrebato cremas y celestes algodones de azúcar.
Y todo lo erróneo huía; y todo volvía, con sus detalles, al sitio verdadero: la alcoba, a sus dimensiones de siempre; tú, a tu ausencia; el surtidor, a su fuente propia; los ojos ideales,
a los luceros; mis ojos, a sus órbitas de anchos, cárdenos ruedos de fatiga.
He pasado la noche esperándote en vano.

martes, marzo 15, 2005

Verde esperanza


Foto: © Yole

Mirada verde se me torna
de tanto esperarte en el agua.
Y tú, esquiva, flotando
desnuda, lenta y suave.
Tú, sirenita, huida
en un cielo sin nadie.
¡Ah, si tu remota
belleza en tu cuerpo
pudiera yo apresarla,
podría así matarme!

Dime, deseada,
¿quieres tú que yo muera...
contigo?

lunes, marzo 14, 2005

Dedicatoria


Foto: © Yole

Si alguna vez la vida te sumerge
acuérdate de mí, sirena,
que no puede cansarse de esperar
aquel que no se cansa de mirarte.

viernes, marzo 11, 2005

Antes de que el verano se escape



¡Cómo quisiera ser
arena, sol en estío!
Que te tendieses
descansada a descansar.
Que me dejaras
tu cuerpo al marcharte, huella
tierna, cálida, inolvidable.
Y que contigo se fuese
sobre ti, mi beso lento:
calor, color,
desde la nuca a tu talón
moreno.

jueves, marzo 10, 2005

Aunque tú no lo sepas



Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así vivo yo, iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que llevas junto a mis pensamientos.

Y aunque tú no lo sepas, yo te veo
cruzar mi puerta sin decir que no,
pedirme un zumo, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de flor,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También venimos hablando
en la cama, sin prisa, muchas noches,
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuando te marchas.

Aunque tú no lo sepas te invento conmigo,
hacemos mil proyectos, paseamos,
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.

Así vengo viviendo yo,
como la luz del sueño
que tú no recuerdas cuando te despiertas,
que yo si recuerdo cuando me despierto;
aunque tú no lo sepas.


(Remembranza, con reconocimiento,
a Luis García Montero)

martes, marzo 08, 2005

Tus Ojos

Cuando los cierras, cuando los abres tú. En la seda
de tus párpados; arriba, abajo, entre tus párpados voy.

¿Es mía? Esa miniatura dorada que encuentro al fondo
de tus ojos...Pero no son tus ojos lo que más amo de ti.
No lo son, tus ojos voladores. Tus ojos de fruta madura.
Tus ojos como dos astros dulces, rizados, flotantes,
como gotas de sol que tiemblan en la red de tus pestañas,
como llama que aletea y rompe el velo de rosa de tus párpados.
Tus ojos que se turban como coñac en el agua.
Como esa agua, templados, como sobre rastrojo,
como agua en herida de entraña joven, húmeda y sangrienta.

Recogeré los míos -¡devuélvemelos!-
anclados en esa ribera.
Mis ojos, náufragos en tus ojos,
prisioneros ahí, enredándose
entre los juncos. ¿Sabes, tú lo sabes?
Un leve parpadeo te desequilibra,
altera el ritmo de tu faz,
y la estremece con universos
no sé si de alegría, si de pavor.

Cuando se cierran. Cuando se alzan,
un incendio de luz, implacable,
una lava rugiente viene a abrasar mi mundo.

¿Lo sabes tú? ¿Conoces los ojos de las estatuas?
¿Quién se arrojaría a esculpir tu mirada?
Di. ¿Quién ha pensado nunca dar voz, prestar sus
venas al latido imposible del astro en el mármol?
Por eso es que los antiguos, señores del pecado
Y de la espuma, no sin acierto cegaban la mirada
de sus dioses.

Tus ojos. Fíjalos. Apágalos.
Todo tu cuerpo mismo es una mirada.
Besaré tus labios y tus ojos. Yo besaré
tus ojos temblorosos de pasión; seguro
de que en ellos ha de fosforescer,
va a quemarse, para siempre, la dulzura anterior posible de mi boca...

lunes, marzo 07, 2005

A mi Sirena



Cuando amamos, el amor es demasiado grande
para caber entero en nosotros; irradia hacia la
persona amada, encuentra en ella una superficie
que lo detiene, lo obliga a regresar hacia su
punto de partida, y este rebote de nuestro
propio cariño es lo que llamamos los sentimientos
del otro, y nos fascina más que en el viaje de ida
porque no reconocemos que procede de nosotros.

Inútilmente peregrino, viajero
de los mares, voy de niebla envuelto,
busco la lumbre de tu cuerpo, el signo
del infinito, el sortilegio, y siento
que tu luz embrujada me traspasa,
lumbre de perfección, luz absoluta, torbellino más
hermoso que la muerte.
Cerrado círculo de luz y fuego,
tú mi sirena, inasible frontera fulminante
que me llama y me tiende su alto abismo
cada vez que quiero besar tus escamas.

viernes, marzo 04, 2005

Quimera

Lo imaginario nos permite no sólo derrotar al tiempo,
sino vivir lo imposible. Al mentar lo imposible me refiero
a ese viaje de inusitada intensidad que nos llevaría al alma
del ser humano, al interior secreto de sus emociones y zozobras,
al latido más hondo de su existencia.
Lo que realmente nos hace como somos está más allá
de la comprensión, está mucho más allá del conocimiento.
Cedemos ante el amor porque nos proporciona un sentido
de lo desconocido, lo demás no importa, el final no importa.

¡Ah, si la Luna fuera tu espejo...qué bien que yo te vería! Por tu culpa todos los astrónomos -yo el primero- se suicidarían hacia arriba.