Espejo de Luna

lunes, noviembre 26, 2007



Me llegas con el baile amarillo de las hojas

Siempre vivo esperando reconocerte un día.
Sé que llegarás como llega el otoño,
desnudando los álamos, meciendo la tristeza
que tiñe de amarillo la vida y sus derrotas.
Imaginé la esquiva posesión de tu nombre,
antes de que existieses en mí ya te soñaba,
viviste ingenuos versos, te fingía para amarte,
anidaste en mi pecho con disfraces distintos.
Pero nunca llegabas, realidad invisible,
dolorosa quimera confundida en la bruma.
Midiendo laberintos y atravesando espejos
te busqué fieramente, y el tiempo se hizo engaño.
Entonces inventé besos, temblores, cálidas
pieles, acogedoras desazones de mi pulso,
para poder mentirme sin mirarme en tus ojos.
Vagué tierras baldías, horizontes sin luna,
desiertos donde el alma va a descansar su pena.
Pero tú no acudías al dolor de mi grito,
desorientada diosa que habita mis noches.
Mas nunca me vencieron la duda y sus argucias:
sólo giraba el mundo para que yo te amase.
Tú surgirás una tarde descabezando estatuas,
arrasando espejismos, sepultando reveses.
Llegarás por sorpresa como llega un diluvio,
como un suspiro ahoga la palabra tristeza,
como un niño descubre que su padre ha llorado.
Podré reconocerte por mis mismas heridas,
por la engañosa espera, por tantas sinrazones
sobre tu piel marcadas que mis labios en sueños bebieron.
Será en un instante sin tiempo parecido a un bautismo,
y entonces podré darle tu nombre a mi esperanza, sirena.

martes, noviembre 13, 2007


Cuerpo de luz





Sábanas de algodón la contienen: cascada
que desparrama luz de proyectil
como granada o pétalo en abril,
como la primavera suya desplomada.

Yo no seré, sin esta explosión, nada;
nada seré sin ver el fuego añil
en lencería, el blanco marfil
de la piel de tu luz por blonda enrejada.

Envuelta tú en esa mantilla y yo en llamas,
así la poesía nos construye,
porque así tu desnudo me diluye
y me devuelve, al propio tiempo, el ser:

no sabría vivir si no cegara
mi visión esta piel que al sol aclara,
tu desnudo con luz de amanecer.

Tu desnudo de arena y de luz de querube,
tu desnudo de oro y de conflagración.
Hay un rubí tan sólo en este Cuarto Claro:
de tu vientre a tus ojos mi mirada en ti sube.

Sorbido por tus ojos que se beben mi día,
en la luz de tu cuerpo beberé la armonía,
me beberé tu cuerpo de armonía en la luz
si tendida sobre mí encendemos aspa en cruz.

Las aves del deseo, el laúd o cimitarra
que con tus manos tejes en mi piel,
me dispara cual saeta dentro de tu aurora:
tu fuego interno me es el ardor del día.