Espejo de Luna

lunes, octubre 23, 2006

Entre tu piel y la mía

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Yo pongo letras entre tu piel y la mía...
¿o lo que pongo son estrellas?
Y recorro tu piel entera,
sendero tras sendero,
descalzando palabras,
desnudando mis ganas.
Yo soy un hombre que te dice
y, cuanto más te dice,
más de ti se enamora
desde este lado de la luna;
soy la prolongación de tu sonrisa
mientras siembro caricias
en la delicia de tu cuerpo.

Yo soy algo que, gracias a ti, crece,
algo que ríe y clama...
Yo, el que te quiere.

miércoles, octubre 11, 2006

Vuelo a tu nido

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En tu corazón está mi nido, sí;
y por eso, no pidas a mis alas
que se queden quietas,
que se posen y no te vuelen.
¿Cómo podrían estarse quietas si,
como sabes, por y sobre la deliciosa
y hermosa flor de tu cuerpo
¡no pueden dejar de aletear!?
Mis alas no quieren alzarse en otros vuelos
porque, en ese nido, saben que está
su mejor y más “cálido” reposo;
porque, egoístas ellas, continuamente
quieren sentir tus latidos que hacen cantar,
más que a sus plumas, a mi ser que se había
adormilado por creer que así olvidaba su vida.
En tu corazón también el mío hace su nido
porque, pegaditos, reconocen un mismo impulso ciego
y los latidos que han abierto los caminos de un cariño infinito.

Un hombre dice aire y sus alas se agitan hasta la vida.
Un hombre dice alas y hay un temblor en sus espacios.
Un hombre dice agua y sus olas se agrandan satisfechas.
Un hombre dice aroma y sus ojos se abrazan a la flor.
Un hombre dice sed y sus labios palpitan en el cáliz.
Un hombre dice cáliz y su boca se abre al dulce secreto.
Un hombre dice beso y sus labios se abrasan
amando el húmedo y cálido amor de la flor de tu boca.
Un hombre dice sirena y en suspiro vuela
hacia ti para hacer su nido en el calor de tu pecho.

martes, octubre 03, 2006

En la caricia de tu alcance

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Quiero y puedo decirte que tu voz
de ayer viene derramándose
por mi dentro.
Con cien llaves, prisionera de mí,
la encarcelo
para más tenerte a mano mía.

Mano que busca saber caricia de ti
y del sabor de tus venas,
en el eco que clama a mi oído
como puro mensaje de una memoria
de tus labios de ondina en los que pienso.

Quiero y puedo atreverme
a pensar que en beso lento
los recorro, adivinando
que embozan músicas en las que danza
lengua remota de tu propia llama;
en la que arder yo quisiera.

Disculpa el atrevimiento mío,
sirena, ondina, de pensarme
en la caricia de tu voz...
en la caricia de tu alcance.