Besando estoy la distancia que me lleva a tu boca
Cierro mis ojos para saborearte más dentro,
instalado que tengo tu deseo en el hueco
donde antes estuvo mi alma.
Allí eres aliento mío y respiro despacio
para saberte, amor, para serte,
para vivirte, entre tu aire, pensamiento,
hálito de luz, íntimo afán mío.
Son vertidos uno en otro agua y vino,
trenzando los espacios carentes de ti
mezclo rojo y azzul, la pasión y la falta
y me dejo guiar sin palabras,
confiando en que el alado alquimista
crea para mí una virtud nueva
y los cinco pétalos de mi frente
fluyen enlazando tu infinito y el mío.
Gozo cada uno de los días
albergando mi deseo de ti y su urgencia
como si fueran regalos que tú me envías,
aceptando el tiempo que no viene
como el precio de quererte
y tengo presente que lo pago, en cada hora,
en cada minuto sin ti,
que lo estoy pagando, y que te quiero.
Así seguiré gozando de cada uno
de los días que te añoro
y de cada uno de los ecos de tu boca
cuando salgan a mi paso,
cada una de las huellas de tus dedos en mis cejas,
cada una de las voces
que presten tus dientes a mis besos.
Los colores que quisiera estar viviendo contigo
y cada caer del sol en que imagino
lo acogedor de tu pecho,
igual los amo
porque traen a mi consciencia
nueva verdad como plegaria,
bienaventuranza de adorarte
a ti, sirena, en tu falta.
Es mi alma la que se une contigo
en la lejanía que mi piel rechaza.
Pienso en ti y me basta con eso,
pensar en tus aromas de tomillo y menta,
en cómo descansa tu mano sobre la mesa,
el calor suave de tu boca
en la voz y en la llama…
Hoy estoy amando que no estés conmigo
y beso la distancia como si fuera tu boca.
De carne o de cristal
Eres carne y un ansia de vida me desboca
cuando tu piel ordena los sentidos de mi mundo.
Un volcán con tu nombre ruge cuando me hundo
en las profundidades tuyas que queman mi boca.
Eres cristal de espejo si mi mano te toca,
y burlas, invisible, mi paso vagabundo.
A través de tu imagen fugitiva, un profundo
laberinto de espejos me engaña y te trastoca.
De carne o de cristal, eres verdad o reflejo,
muerdo tu cuerpo mío o escapas en mi sueño,
inclemente te apagas o me eres hambrienta hoguera.
Mi amor te hace corpórea cada vez que te nombro,
pero adquieres un rostro distinto en cada empeño,
y ya no sé a quién amo, sirena, si realidad o quimera.
Eclíptica propia
Esa nube, esa azzul nube que despierta tu paso y lo acompaña y te recama de luminiscencia al caminar, ¿de dónde sino de ti, mismo de ti, dime, de dónde nace? Hay en tus movimientos algo que suscita vagas imágenes de sueño, de realidad o sueño, de soñador en tierra. Te alejas de mí con esplendores como de un viento de luz, como de hielos en tempestad, como de resol en arena nevada; y todavía pisas campo mío, horizonte de mis ojos que te siguen. Asediada todavía por este espejo desde donde el sol te celebra, matemática y palpitante, bajo los árboles paralelos del bulevar que dan distancia a tu cuerpo y espigan la gracia de tu hermosura.
La tarde se detiene junto a ti; se detiene esa luna con sol, se detienen la música, el azar y hasta la nube transeúnte. Porque tu paso, sirena, va levantando todo el perfume y la voluptuosidad de un baile.
Te presiento estremecida, como cerezo en primavera, doblarte con la ternura de una flor, dar al paisaje la claridad de tu presencia. ¡Quién devanara sueños en tus muslos fusiformes, o arribara a las islas blancas y dulces, frescas, de tus caderas!
Tus pasos – no fáciles, no familiares, no distraídos ni pródigos – traen esa naturalidad de quien, conociendo la cima de cumbresnevadas, se deporta y desliza en los fundamentos de lo alcanzado.
Gloriosamente densa y flexible, eres, al caminar, al deslizarte, la precisión pura: inteligencia florida en acto. ¿Por qué cuando al andar tú – que multiplicas tu número por sí mismo, la igualdad de tu estatura errante – no me resuelves esa ecuación sinfín de tu apariencia de inmóvil?
Apenas si perceptible la simetría de esta sucesión, la alternativa de las fuerzas exactas con que un pie impulsa el otro pie y recibe la talla de tu cuerpo. Deleitoso cuerpo que no debería yo ver sino en la inminencia; que es sólo para pensado cual haciéndoseme, en movimiento uniforme, sobre una eclíptica propia del solsticio de presencia al que en mis sueños, yo - ¿ lo sabes? - te convoco.
Tú sola
¡Eres!
Entre el aire y la luz
puro elemento.
¡Me eres!
Y tan desnuda,
tan continua,
forma a forma,
con todo tu esplendor,
eres de una vez paraíso
y en tu piel reveladora
se tiende mi embeleso.
¿Me bautizarás de goloso
si apremios me conducen
a ti en círculos de rapto?
¡Todo en un solo ardor
mío en ti se iguala!
Preso yo en tu exactitud,
a tu poder me someto
y en ti está mi verdad.
Mientras mi boca te aguarda.
¡Afán, afán, afán
a favor de tu dulzura,
a favor de tu ternura
de refulgir yo en tu luz.
Pero más, más ternura
trae la caricia. Lentas,
mis manos se demoran
queriendo participar
de tu completa belleza.
¡Sí, ternura! En mis manos
toda tú eres caricia:
dulzura que delira
llenándome de afán,
de un afán extraordinario.
Me extasío en tus límites,
en tus personales delicias,
en el planeta de tu cuerpo
giro: todo está en curva.
Entre curvas te combas
cuando te beso
y qué universales
se hacen en mí tus ondas.
Alegrías de luna
tus formas de luz y brisa
que en mí resbalan
cuando preciso sentir
que eres bajo mis labios
tú: tú como tú, sirena,
sin palabras toda
especial, singular,
desnudez única, tú, tú sola.