Espejo de Luna

viernes, octubre 28, 2005

Manos

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Pienso en tus manos. En tus dos manos como de sueño,
que como una caricia de ángel me alcanzan.
Dentro de mí tu imagen guardo y miro tu rostro.
Un soplo de ternura te echa como una luz por tus rasgos.
Y me miras. Y me estás sonriendo con tus ojos y tu boca, sirena.
Siento fervor por tu luz, por tu calor que vivido me llega.

Y tú estás callada, y yo siento mi cuerpo, suspenso,
dulce - tú lo endulzas-, acaramelado, en tus manos.
Estás pidiendo. Estoy pidiendo.
Se nos quiebra una misma voz que no existe, y que pide.
Deseo demorado. Deseo en los tactos que pulsa sin ruido,
sin voces. Y yo te miro a los ojos, y miro y te oigo por dentro.
Oigo el alma quietísima, mujer, sirena que canta escuchada.
Deseo como beso. Beso en las manos, en los dedos,
que escriben, cerrado yo en mi pensarte pensándome
a tu lado, y cerrando mis ojos poder así pensar otras cosas.
Ver la vida; ese cielo en tu hondura...La tierra: tu cuerpo entero;
con tu pelo suave, con tus dulces ojos tranquilos,
con tu fina forma de viento, con tu golpe de estar,
con tu súbita realidad realizada en el momento que nos vivimos.
Tierra acariciada, tentada, reída, escuchada,
misteriosamente aspirada por mis besos,
dibujando con mis dedos tu piel delicada, la de los labios,
la que levísima vivo con un fervor que apenas se mueve.
Y mirar, ver, oler, entrar, beber, abrazar, acariciar, escuchar...
Ser, serte, estarme en ti, en tu aroma de tomillo detenido,
en tu rumor de mujer presente que musicalmente me llega.
Resonado entre tus brazos encontrarme quiero...
Sí, ya, hora que pensándote estoy porque quiero.

lunes, octubre 24, 2005

Mujer

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Teniendo tu hermosura entre mis brazos,
en mi deseo de sentir
cómo tu esencia de mujer
en más mujer te vuelve,
mi calor y mi ternura te buscan,
y te busco yo, sirena,
igual que busco la palabra perfecta
o el verbo absoluto de tu boca en mi boca.
Sintiéndote mujer, te anhelo más
en mi continua esperanza de atrapar,
de golpe, toda la delicia de tu ser
en el calor de tu siguiente abrazo.
Pienso que no existan, quizá,
esa palabra o ese verbo total
que te contienen en mi pecho,
que quizá yo no quiera encontrarlos
y que prefiera seguir buscándolos y buscarte
de lejos y de cerca, por la noche y por el día,
para más envolverme de ti y en tu caricia.

martes, octubre 18, 2005

Sed

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¿Te habré dicho ya, en algún momento,
que quisiera ser el cristal del vaso
que te llevas a los labios como quien
le regala la sed al agua que bebes?
Ser también el mapa de tu almohada,
plano del tesoro de tu sueño
que te besaría todas las noches
preso en el calor de tu mejilla.
Ser tu mano derecha cuando pone
la hora del alba en los latidos
que acompasan el reloj
de tu pecho izquierdo.
Ser uva para tus dientes
y me desgranes despacio
en tus labios con un beso
que se encienda para amarte
desleido en el cielo de tu boca.

No, no te lo había dicho...¿O sí?

martes, octubre 11, 2005

Números de ORO

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(¿Vendré ahora, sabré sacar mis olvidadas matemáticas...geometría acaso también...?
De Filón de Alejandría fue : “Belleza: producida por la aplicación de una unidad en una cadena de cantidades”)
Aplicándome a ti vengo y te voy...
¿Serás, como el mundo, azar; serás designio? Cuando tu presencia me penetra y se disuelve tal un fruto en la boca, donde su forma, en goce desleída, vive, di, ¿ en qué vertical margen de qué columna de cosenos, por qué escondida progresión de qué grado, sobre qué trigonométrica línea del cuadrante se me revela el logaritmo de tu número?
Enigma traes para ser cantado, y más, para ser contado bajo la teoría mágica de tus detalles exactos. Porque, como la Bien Plantada, has venido de la tierra austral cual planta que nueva me nace. Aunque planta, otras son tus medidas no en mi pequeñas; sí deliciosas y blancas. Mides de altura un metro sesenta y ocho; noventa, sesenta y dos, noventa y cinco son los centímetros que delimitan la delicada ánfora de tu figura. Mis manos no saben medirte. Otras son tus medidas, como son otros tus números en mí. Tus números sí: tus ecuaciones de fuerza. Números puros. Entre tus ojos y tu boca se reitera, ¡seguro!, idéntica o trasportada, la distancia √ -5x 1/ 2 de las estatuas griegas. Cifra divina, el 1,618 del Epínomis, hermética ley, clave del mundo, en cuya ordenación los pitagóricos medían aquellos cielos de veinticinco siglos atrás, inaccesibles a la hélice. Mi soplo, hoy, en hélice invento hacia tu cielo.
En ese número, otras serán tus relaciones, tu ecuación de pensamiento es mi número de oro. Secreto que me lleva ti, a recrearme en ti como en un trasunto del azar. Con el deseo de encadenar la morfología biológica a las formas tuyas creadas por este hombre que conjuga, aquí, las estructuras naturales y la arquitectura de tus números pensados, para la matemática de un poema: tú. Poema de mi sección de oro. Hoy, sirena, de los números de tu grandeza interna sea éste el eco, entre el principio de tu armonía que me llena y el suceso puro de mi medirte por dentro.

jueves, octubre 06, 2005

PENSARTE ES TENERTE (Pedro Salinas)

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¡Cómo me dejas que te piense!
Pensar en ti no lo hago solo, yo.
Pensar en ti es tenerte,
como el desnudo cuerpo ante los besos,
toda ante mí, entregada.


Siento cómo te das a mi memoria,
cómo te rindes al pensar ardiente,
tu gran consentimiento en la distancia,
y más que consentir, más que entregarte,
me ayudas, vienes hasta mí, me enseñas
nidos de luces, me haces señas
con tus delicias, vivas, del presente,
invitándome.

Me dices desde allá
que hagamos lo que quiero
-unirnos- al pensarte,
y entramos por el beso que me abres,
y pensamos en ti, los dos, yo solo.
Dentro del hombre la esperanza empuja,
el pensamiento no sujeta;
y está mi sueño tan limpio,
que es espejo:
la escapada hacia ti lo estrena.

Donde estuvo la niebla ya no hay niebla,
donde estuvo la luna ya no hay luna:
tus ojos, que me miran,
mis ojos, que te piensan;
y tú, mi sirena, toda mujer,
surges del mar
hecha mi Venus verdadera.

Radiante estreno el día. En él, mi ser
en ti se reconoce: esencia;
y la dilatada anchura del silencio
de silencio se llena bebiendo tu beso,
este beso que hoy te clama

y se llena de envidia
sorbiendo en la fuente,
manatial delicioso,
la mejor agua del poeta Salinas.

(¡Quién pudiera escribir como él! ¿Verdad?)