Espejo de Luna

viernes, abril 29, 2005

¿Qué miras, qué piensas, sirena?...

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No mires, no pienses más...
Un día y otro escribo en la arena
palabras que salen del tintero
de mi sangre como rojos gritos.
¡Ah si tan sólo me acercaras a tu amor!
En la playa quisiera tener todo el calor
de tu hermosura en brazos,
sentir tu cuerpo como estelar espuma:
caliente, vivo, propagador;
que mis labios en tu piel bebieran tu brillo,
agua pura, cuerpo y luz pura...
En tus pechos, en tu cintura, en tu regazo
estrecharía el mundo sintiéndote renacer,
entre los labios incendiados, de sirena a mujer.

Mis besos, no sería besar lo que harían en ti,
vendrían a redescubrir, rescatar de tu dentro
la íntima y femenina luz que guardas olvidada.

Nuestros cuerpos inventarían caricias,
goces iniciados y navegando
como si no supiéramos en qué lugar
de los cuerpos el acariciar se acabara
y anduviéramos buscándolo,
en lento encanto, sin ansia,
- ¡con toda el ansia! -
con el total y ardoroso deseo
que la luz de tu ser me cediera.

martes, abril 26, 2005

Enséñame...

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Perdido voy y soy escriba
en este confín donde resbalo
queriendo encontrar la senda
que me lleve hasta tus brazos.
Escribiendo estoy en la playa
sacando letras de la arena
y al buscar mis palabras
sólo encuentro estos besos,
besos con los que te escribo.

Enséñame el camino,
guíame con tus manos
y llévame al amor,
regálame tu luz, sirena,
y el querer que de ti persigo.
Lo que beso, y no tengo,
y no comprendo, adoro.

Pasa el agua como pasa
y es difícil de contar.
¿De qué sirve saber
que el agua sólo es agua?,
cuando el amor que pasa
no tiene presupuesto final.

viernes, abril 22, 2005

Olas de tu piel

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De todos los lugares del mundo
amo con un amor más fuerte y más profundo
esa playa extasiada y desnuda
donde me uno al mar, a la luna y al aliento
en las cálidas espumas de tu piel
...

donde por sí mismo se escribe el poema.

lunes, abril 18, 2005

Sirena en la playa

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¡Ay caricia! ¡Ay sonrisa
matinal de la dicha!
¡Ay graciosa y esbelta
sirena fugitiva!

Límites resbalados
como un amor, de prisa,
o como las caricias
en la música eludidas.

Transparencias luminosas
de la brisa transcendida;
espacios, de pronto, abiertos
por lo veloz de una dicha.

Suenan frescas olas vivas,
olas pequeñas y blancas;
yo las persigo, persigo
en tu piel tu alegría de sirena.

martes, abril 12, 2005

Inminencia

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¡Cómo resiste el día, negándose a morir, cómo se afana la noche en recibirte!
¡Qué afán de verte! A ti, -¿a quién ?- al puro tránsito que eres, ese venir hacia mí, toda inminencia, atravesando paisajes del corazón. A ti, que de reimaginarte, he concluido por no saber aún cómo es tu figura precisa, tu color, tu bulto, el aroma de tu cuerpo...
Es primavera y anochece. Sé que vas a llegar. De un instante a otro aparecerás reduciendo el vacío que me tiene suspensa el alma.
De un momento a otro, sé que me iluminará el brillo de la Luna
y tendré muy cerca el peligro de tu luz para abrasarme.

miércoles, abril 06, 2005

BESO (¿de luna?)

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Esperando.
Ausencia, implacable carga sobre el tendido de mis nervios que dimitir y desconectarse de mí quieren.
Buscaré tu cabeza. La entrega de tu cabeza, inclinada, tu cabeza tal una flor primera y rendida por el vegetal efluvio de esta primavera.
Esperando.
Ha cerrado la noche. En el horizonte surge una barra de luz débil, ligeramente anaranjada. Todavía, bajo el cielo pálido, se distingue el cantón oscuro de los montes.
De frente, en la lejanía, el luminoso va emergiendo, convexo, curvándose, cerrándose más a medida que penetra bóveda arriba. A mano izquierda, unas montañas grises, cercanas; sobre las que el azul se hace intenso en el cenit del infinito, abierto de alas, que enrarece hacia los bordes.
¿Por qué sendas de ternura acarrea esa carreta de luz su rítmico traqueteo -¿a qué inédito compás?- de campanillas plateadas?
El difuminado, minuto a minuto, se densifica, se condensa en un foco de luz, cabeza de puente de invasión planetaria que se incrementa alimentada con regularidad. Olas de viento llegan y se duermen entre el ramaje de la arboleda, levantando un suave olor a primavera.
¿Es una talla de luz? ¿Es luz viviente? En los confines se posa la luciérnaga de la luna. Luna recién creada que se dobla, al salir, sobre sí misma, como dicotiledón en incandescencia. ¿Es una luna con atmósfera? Luna sobre montaña de paisaje lunar...
Asciende con rapidez. Enciende, al paso, las sombras del horizonte; mientras las estrellas, altas y mudas, al sur, se desvanecen. Está la noche tranquila, hueca y a punto de copla de no sé qué soledad. Quisiera un campanario donde subir ahora, al vuelo, para –naciente luna- ayudar a madurarla.

La luna llena, entera, tensa, perfectamente redonda, acabada de nacer y durísima, queda en equilibrio, sobre la tangente de la tierra en distancia, como un sol sin rayos, domesticado y gozoso de dejarse mirar.
Un paso; y se lanza a recorrer su camino, ella, sola, por el cielo, y sembrando de su luz los caminos de la tierra con la finta de su blancura. Luna delicia, celeste luna. Luna de floreado fulgor que para tu cuerpo pienso, para iluminar tu cuerpo; y no a la luna en ti, sino en la luz de la luna poder besarte.
Te besaré. Y mi beso, ¡qué alto!, te llegará a estremecer; te calará como la bajada de la nieve en el prado, con la calma que pone la miel al esponjarse en el pan tierno.
Labios traigo para ganar el principado de tu boca. Fresca boca sangrienta que he de beber; sí, en esa luna que sabe a ella y no es ella, roja más que los corales del océano en que habitan las sirenas. Párpados remadores, sirena, tus párpados en las aguas de luna. Navegante luna.
¿No vibra en tus oídos la canción del mar? ¡Tu mar lunado, tu soñado mar! Y esa mirada tuya, tal que tu mar, ausente, tal que tu cielo ahora, cielos de luna nueva, esa mirada que no encuentro y que me aprieta como un dolor...

domingo, abril 03, 2005

Hacia el ocaso

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Son tantas la veces que no te digo lo que quiero decirte
que el hueco del amor se me hace paisaje nebuloso.
Paso las horas muertas acechando palabras,
indago en los diccionarios de mi mente,
vuelvo a releer lo ya escrito
en el hermoso sueño de encontrar lo no dicho,
las palabras que nombraran tu temblor
si con tu cuerpo me amaras.
Escucho los sonidos para ti: manantiales,
vientos, pájaros, molinos, músicas, risas,
para hacerlos palabras que ofrecerte. Persigo
el remoto universo al que las voces huyen
para morir, y quiero por tu amor rescatarlas
del silencio, y que vivan para que tú las mimes.
Rastreador de palabras esquivas, miro al cielo
por ver si alguna nube dibuja aquellas letras
que busco para darte. Y en noches solitarias,
mientras sueñas tú tan lejos de estas cavilaciones,
recurro a los amigos que iluminan mis sombras,
viejos brujos que enhebran su emoción de naufragios.
Y ellos, los poetas de siempre, me dan palabras,
pero no tus palabras, no las que yo querría posar
con mi susurro en las delicadas caracolas de tus oídos.
Porque a veces no encuentro el modo de decirte
cosas sencillas, tales como: te quiero o ámame,
y me pierdo en tu distancia, allá donde el sol se me pone
y a ti te hace más sirena, y entonces
pongo para tus ojos palabras que no quiero.
Ya sé que lo mejor en estos casos sería callarse,
y unir, dulce silencio, tus labios a los míos...