Espejo de Luna

martes, agosto 22, 2006

Te vivo

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A veces, sirena, pienso que te miro despacio.
Me vives. Viva estás y te miro. Viva y te quiero.
Cierro mis ojos y más te miro por dentro.
Pongo mi cara contra la tuya,
mis labios contra tu rostro que tengo.
Y te repaso y te acaricio, y te estrecho.
Qué hermosura tuya agolpada de pronto contemplo.
Despacio, despacísimo, voy andando
en ti, transcurriendo, queriendo...
Y ahí, en ese rincón del sueño
y del alma que nos une, del dulce estar me quedo;
nos paramos, nos miramos, nos amamos,
nos estamos quedando, viviendo.

Y ahora, en estos momentos, más te vivo porque te pienso.

miércoles, agosto 16, 2006

Para tus ojos...

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Sí, para tus ojos que tienen toda la dulzura que existe.

Tu ser de mujer vive en la luz, en el color y la hondura, en la fuente cálida de tus pupilas.
¿ Lo sabes ?
Comprende ese misterio de brillantes “escamas” de sirena derramados sobre tu piel. Imagina por todos los miembros, uno a uno, de tu cuerpo, ese rafaguear de vidas luminosas en la seda viviente y cálida de todas tus orillas...

Tus ojos, tal dos astros dulces, rizados, flotantes, como gotas de sol que tiemblan en la red de las pestañas, derraman las luces de tu cuerpo: pensado cuerpo luminoso.

Abre tus ojos y mírame, mírate...

El secreto de beber en todos los poros de tu luz lo escondo y anclo en esas dos estrellas.

Así, desde tus ojos a las doradas “escamas” de tu piel, donde se expande todo tu aroma de mujer, busco y navego en la flor de tu secreto: ardiente lámpara, cálido manantial de luz en cuyos vivos pétalos me envuelvo.

Estas palabras están levantado el vuelo hacia tus ojos oceánicos. Espero que hayan conseguido abrir la rosa de tus labios en nuevas alas de sonrisa, mujer, pues he venido a decirte que cuando desees sonreír y convertirte en más sirena, tan sólo tienes que volver a mirarte en este espejo.

martes, agosto 08, 2006

Entregado a ti

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Como desciende el sol a derramar su luz entre los hombres,
así quiero que tú inundes mi tierra con tu fuego.
No quiero prevenirte de la condena en acecho contra los incendiarios.
Tú no tienes la culpa ni tengo la culpa yo.
Quiero que me traigas el destino de retorcerte
y crepitar como sarmiento sobre mi propia lumbre.
Como sarmiento joven que, antes de quemarse,
estalla en dionisíaco resplandor; y es que siente
palpitar aún en sus venas con potencia de vino;
y el último zumo, entonces, en el ardor de la chimenea cruje
y se retuerce y brama y resiste a la voz de la ceniza.
Quisiera indultar con el aire de mis manos ese tormento
de fantasía de tu saeta, zarza de Moisés: sirena: MUJER,
para que me abrases más. Hasta que te vuelques
sobre mi llama horizontal vivísima
y me vayas apagando, sin anhelo, con todo tu anhelo,
con la sal de tus labios, con la tierra de tu cuerpo.
También me es dulce pensar en navegarte
-¿por qué remotas geografías reveladas?-
y que el tizón de tu cielo encendido me redima
de este andar por la tierra sin viento propicio,
arrastrando la carga pesada del propio cuerpo.

Es verano y ya soy navegable
en este lado de tu espejo.

martes, agosto 01, 2006

Y ahora...

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Vaga memoria de ti. Y ahora, imagen
Precisándote y no, como la estrella.
Fulges, empalideces, con intermitencia de estrella.
Haciéndote cada día en mí, pero rectificada
con las intermitencias del corazón.
Imagen todavía intacta la de tu cuerpo recién pensado.

Y ahora: tu presencia – en el cielo, no – en la idea.
Clara tal un diamante en medio
del fuego de mi embriaguez por ti.

Y ahora: el aire, no densidad, no presión,
desprovisto de nubes; un aire sin atmósfera,
lunar y límpido, abierto; un infinito puro.
Para el peligro de tu luz. Mágica luz destellante,
luz ártica, de aurora boreal, que estalla
en descargas eléctricas, en llamaradas
y fulguraciones; que te cala, inflamable.

Y ahora: esos tus ojos dorados como dátiles,
y ese cálido eje de tu cintura, y esas rodillas acabadas.
Esos ojos donde me refugio fugitivo de la disgregación
en que tu imagen se deslíe y se disuelve tu ser,
desvanecido y recóndito, abrasado yo ahí,
con mi propia figura mínima de oro húmedo y moreno...

Un color, una edad, un accidente,
sin potencia contra tu voluntad de huida.
Precisa imagen que no vacila ya.
Imagen penúltima la de tu ser varado
en mi corazón, a un tiempo anclado
a la tierra duradera de tu cuerpo.

Y ahora: en vela, corazón,
porque las bodas están cerca:
las nupcias, tuyas, mías, con lo exacto
en los caminos del alba...

El alba se extravía y no baja el sol a enjoyarte.
¡Ay, sol que oyes mi lamento,
sol que mis ojos buscan
porque te saben junto a la amada,
madurando la fruta de su corazón!
¿Qué destino me tiene aquí, solo, esperando,
esperándote sol rendido de deshora...?

Aquí es de noche...
Voy a poner un bando:
“se necesita imagen,
se necesitan caricias.”