Espejo de Luna

martes, julio 26, 2005

Cabeza

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Déjales navegar – mis ojos marineros, mis labios mojados- y que orillen
las costas de tu cabellera.
¿No oyes en el silencio de tu pelo tendido este febril galope de mis pulsos?
Quisiera transportarlos a la concha marina de tu oreja y que te llorasen la alegría y el anhelo del ser, de sobreser, de vivir a través de ti, multiplicados en ti contra el tiempo.

Se han desbordado ya, tal un eco de hermosura, las ondas de tu pelo. Avanzan en sucesivos halos, con ese circular de suaves collares que asedian las islas de los mapas. ¡Ay, la volada del eco, el perfumado eco, de tus cabellos!
Tus cabellos de hierba recién mojada, tus cabellos de noche al clarecer, tus cabellos de luz que en mi noche restallan y crujen como élitros de grillo real bajo la luna.
Y de pronto son vivas olas que me llaman.
En ese fuego de tu pelo que no consume, que ilumina y no arde, en esa antorcha de memoria de tu melena desnuda en el dorado aire, se serena la frente alta y cálida, como luna superpuesta, sorbida y a la vez flotante en el ancho ruedo de tu cielo. Sin una cicatriz. Sin amenazas de hielo, pero con la promesa de aparecer mañana centrada por la señal de una estrella blanca, de escaparse a un lado y otro lado florida en la albura fresquísima de las sienes.
En la arada humana de mi pensamiento encuentro tu faro. Déjame navegar los surcos no hechos de tu frente. Déjame navegar las delicadas, deliciosas, olas de tu pelo. Y envíame tu luz ya, reflejada, en esas espumas de tus cabellos.
Coronarte. Pero, ¿de qué? Nunca, no, de violetas ni de rosas; de flores, no.
¡Prodigiosa cabeza erguida en tu cuello largo y suave, ascendida por las alas altas de la nuca! Prodigiosa ahí...Cubierta en mi pensamiento, ahora, con hojas de hierbabuena, con racimos de frutos bien maduros, con el infinito y a la par instantáneo relámpago de una estela de luceros en la que quiere quemarse la dulzura anterior posible de mi boca...

martes, julio 19, 2005

Anoche soñé

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Soñé que me acariciaban, que tenía un cuerpo y lo acariciaban, que alguien bebía y me daba de beber, y reconocía que en tus ojos se puede estar, quedarse, y los árboles de tu parque volvían a refugiárseme entre los dedos, soñé que había una sombra y que no me daba miedo, soñé que tu cuerpo guardaba un canto, y cantaba, y todo iba y venía, y de las noches solitarias de ahora no había huella, y tu fuente de luz siguió envolviendo mi sueño.

lunes, julio 11, 2005

Homenaje

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Aquí me pongo a cantar
sin el compás de una vigüela
y, poniéndomé a cantar,
ruego no se trabe mi lengua
ni me falte la palabra
al cantar el argumento
que con olas, brisas y esperas
a vos acerca mi pensamiento.

Cantando he de seguir
como la ave solitaria,
por si el cantar me consuela
desta espera estrordinaria;
el cantar mi sueño labra
y me envejeceré cantado
con todas las coplas
que por vos me van brotando.

Y cantando he de llegar
a la magia de tus pies
desde donde asciende
la blancura más bailable;
por donde se alza y sube
la calidez de tu donaire
como cielo que crece
iluminando al mismo aire.

Sé que no soy cantor letrao
mas si a vos me pongo a cantar
no tendré cuando acabar
pos yo sigo sediento
del agua de tu manantial,
y naides me puede quitar
que sueñe con el agua de tu mar,
ni que remuente a tu cielo mi vuelo
que quiero más me acerque a tu cantar.

Naciste vos como nace el peje
en el fondo del mar
y tu gloria es vivir tan libre
como las olas de tu mar;
haciendo nidos de espuma
por mis sueños, sirena,
con el mágico rafaguear de tus escamas
y el delicioso claror de tus estrellas.

Yo no tengo en el amor
quien me venga con querellas;
como esas aves tan bellas
que saltan de rama en rama,
yo quiero hacer entre tus pétalos mi cama,
y que así me cubra la luz de tus estrellas.

Y sepan cuantos escuchan
de mis vuelos el relato
que ansí empezaron mis suspiros
lo mesmo que los de tantos;
si gustas... en otros cantos
a vos diré lo que mas queras:
despues que uno está... hechizado
no lo salvan ni los santos.

martes, julio 05, 2005

¿Gotas o besos?

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Quisiera estar contigo
temblante cada noche
-corzo herido a tu costado-
donde siempre el silencio
hecho un mismo grito
tendiera ya sus alas.
En la habitación callada,
donde duermen los ecos y los ruidos;
cuando el gemir yacente te puebla
y se quedan tus labios encendidos
-dormidos pétalos del suspiro-
y de tus poros brota un calor tranquilo
que me va cayendo de tu piel clara
como rocío de la noche inmensa:
quedando por ti florecido
el trébol amoroso de mi cuerpo.