Espejo de Luna

martes, febrero 26, 2008

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Cabeza tuya

Déjales navegar – mis ojos marineros, mis labios mojados – y que orillen las costas de tu cabellera.
¿No oyes en el silencio de tu pelo tendido este febril galope de mis pulsos, sirena? Quisiera transportarlos a la ostra marina de tu oreja y que te llorasen el lamento y el anhelo del ser, de sobreser, de vivir a través de ti, multiplicados en ti contra la primavera.
Se han desbordado ya, como un eco de hermosura, las ondas de tu pelo. Avanzan en sucesivos halos, con ese circular de verdes collares que asedian las islas de mis mapas. ¡Ay, la volada del eco, el perfumado eco, de tus cabellos en los que pienso!
Tus cabellos de hierba recién mojada, sirena, tus cabellos de noche al amanecer, tus cabellos de luz que en la noche restallan y crujen como élitros de grillo real bajo la luna.
Y de pronto me son viva llama.
En ese fuego que no consume, que ilumina y no arde, en esa antorcha de memoria de tu melena desnuda en el cálido aire, se serena la frente alta y fría, como luna superpuesta, sorbida y a la vez flotante en el ancho ruedo de luz. Sin una cicatriz. Sin amenazas de hielo, pero con la promesa de aparecer mañana centrada por la señal de una estrella blanca, de escaparse a un lado y otro lado florida en la albura fresquísima de las sienes.
En la arada humana de tu pensamiento. Déjame navegar los surcos no hechos de tu frente. Y envíame tu luz, ya, reflejada, bajo los arcos inverosímiles de las cejas.
Coronarte. Pero, ¿de qué? No de violetas ni de rosas; de flores no. ¡Prodigiosa cabeza erguida en un cuello largo y suave, ascendida por las alas altas de tu nuca! Prodigiosa ahí…Cubierta en mi pensamiento, ahora, con hojas de besos, con racimos de ternura bien madura, con raíces de la mandrágora blanca que acuna tus sueños… cuando la luna baja a tu regazo.

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martes, febrero 19, 2008

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Almas

Si fuera verdad que dos almas
marchan juntas, sin conocerse
sus cuerpos; si fuera verdad
que se han tocado desde siempre,
que bebieron la misma luz,
que el mismo destino las mece;
si fuera verdad que son hojas
del mismo arbusto, eterno y verde;
si fuera verdad que su gloria
se cumple el día aquel que tienen
los ojos del alma gemela
fijos en su carne evidente;
si fuera verdad todo eso,
cómo aquel día de septiembre
no te busqué, llamé, llevé,
cómo ignoraba que existieses,
quilmeña, cómo no detuve la estrella
que te enrojecía la frente…

Si fuera verdad
que dos almas sin conocerse
sus cuerpos, vibran, marchan juntas
hacia el mismo nido caliente,
como aquel día por el ocho de tu calle
disparada contra el poniente,
sirena, como aquel día de luz honda,
dorada y grave de septiembre,
cómo aquel día no sentí
como siento hoy
que me traspasaba mi quererte…

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"La poesía no pertenece a quienes
la escriben,
sino a quienes la necesitan..."
(Mario Roucollini)

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martes, febrero 12, 2008



En la noche
Y la noche se eleva como música en ciernes,
y las estrellas brillan temblando de extinguirse,
y el frío, el claro frío,
el gran frío del mundo
la poca realidad de cuanto veo y toco,
el poco amor que encuentro,
me mueven a buscarte,
sirena, en cierto bosque de latidos calientes.

Sólo tú, dulce mía,
dulce en los olores de savia, de tomillo fuerte,
sin palabras, muy cerca, palpitando conmigo,
sólo tú eres real
en este mundo de magnéticos campos;
te toco y te creo,
y me eres cálida y suave mujer de realidades,
amada, sirena y mar,
o peso de la tierra que sólo en ti acaricio,
o presencia que aún dura cuando cierro los ojos
fuera de mí, tan hermosa y bella: tú, mi sirena.


(Imagen "robada" de www.elcuartoscuro.com,
un lugar donde la belleza se hace luz)

domingo, febrero 03, 2008



¡Ay tu amor que sí existe!

Qué bellas son las cosas sencillas si me amas.
Si me dices que mucho me quieres,
¿sabes qué?,
brilla la luz en los rincones de la ausencia,
de modo que las cosas más sencillas se adornan,
se vuelven necesarias,
dejan de serme hechura
de inercias prescindibles,
y tu magia fecunda e ilumina mis opacos cristales.
Mi mundo tiene entonces el color de tus ojos,
la tempestad de aves que alienta mis mañanas,
los esquivos torrentes donde nace la risa.

Si coges el teléfono, preparas un vestido,
te miras al espejo para saber quién eres,
abres la puerta a nadie, contestas el correo,
haces café, te peinas, tarifas con la hora,
o te sabe a mis dedos el agua de la ducha,
esas simples señales de que la vida fluye
entre dos corazones que llevan nuestros nombres,

¿sabes qué?,
estás pintando mi mundo de colores hermosos.
Y así las cosas nacen, sirena, tiemblan entre tus brazos,
se prodigan, y cambian de piel como reptiles
para hacerse mejores, para que tú las sientas
vivir humildemente, sólo por ti reales,
sólo desde tu amor gozosamente alzadas
en lo que fue costumbre y es ya, por su conjuro,
presencia engalanada, dulce tierra sin sombra
donde amo tu dulzura, cálido lecho nuestro,
en la noble belleza de las cosas sencillas.
Qué bellas son las cosas sencillas si me amas.

¡Ay tu amor que sí existe, sirena!





(Las imágenes las he tomado prestadas
de un lugar donde la fotografía
argentina regala la sencilla
luminosidad creciente de su buen hacer:
http://www.elcuartoscuro.com/;

con mi sincero
agradecimiento)