DE VACACIONES




En la penumbra obligada de ventanas ocultas el calor del mundo, verano
dormitante, apenas un ventilador rumoroso que imita la brisa y tiempo
para morir con él. Sumerjo el mediodía en mi sillón amante acostumbrado
a mi largura, acariciante de mis formas desnudas placidamente estivales,
paraíso de fresco silencio construido para dejar que las horas agonicen
sin culpa, la mente abandonada a la indolencia de las tardes que esperan
sin saber qué.

Abro una sandía apetitosa sobre mis piernas y desgajo en suaves hebras
su carne blanca y rosada; voy comiendo su tersura dulce con alevosía,
impactada mi boca por el justo crujir de su pulpa,
regalo a mis dientes
el ejercicio de su destino
dejando que se hundan hasta el fondo
como si fuera la sandía
el abismo de tus labios



y saboreo el pedazo carnoso a punto
de desprenderse del tajo
como lo haría con una palabra tuya,
con tu sonrisa, con tu lengua.

Enrojecen mis labios de tanto azúcar, pero no hay otra cosa en la nevera que pueda causarme tanto deleite pensando en ti mientras intento calmar mi voraz apetito de tu boca.


Y para refrescar las vacaciones nada mejor que unos...


SORBETES DE SANDÍA

Ingredientes:

•Una sandía mediana (3 kg. + ó -),
•2 yogures naturales,
•150 gr. de azúcar,
•2 claras de huevo,
• un pellizco de sal.

Elaboración:

Abrir la sandía a una cuarta parte de su altura (para servir después el sorbete en la sandía). Vaciar la pulpa con una cuchara y quitar todas las pepitas. Poner en la batidora la pulpa de la sandía, los yogures y el azúcar. Batir muy poco (sólo para mezclar sin que llegue a hacerse agua). Poner la mezcla en un recipiente no muy alto (mejor de plástico y rectangular). Meterlo en el congelador unas cuatro horas, mezclando de vez en cuando con un tenedor. Cuando esté medio cristalizado, batir las claras muy firmes con un pellizquito de sal y mezclarlo muy bien con lo del congelador. Volverlo a meter en el congelador hasta que esté firme. Rellenar la sandía con el helado y servir adornado con unos barquillos o unas hojas de menta fresca.

==============

INGREDIENTES (para 4 personas)

. 1 kilo de sandía (pulpa)
. 1 vaso de agua.
. 250 gramos de azúcar.
. El zumo de medio limón.
. 1 cucharada de zumo de naranja.
. ½ cucharada de canela molida.

Elaboración:

Quitamos la cáscara y las semillas de la sandía y trituramos la pulpa hasta que quede un puré.
Mezclamos el azúcar con un vaso de agua y cocemos durante cinco minutos hasta formar un almíbar ligero.
Retiramos del fuego el almíbar, añadimos el zumo de limón, el zumo de naranja;
removemos y dejamos que se enfríe la mezcla.
Mezclamos el almíbar con el puré de sandía, lo vertemos en un recipiente ancho para que se congele cuanto antes y dejamos que repose en el congelador.
Removemos la mezcla cada 30 minutos durante dos horas y luego dejamos que se congele pero que nos quede granizado o sorbete y no congelado uniforme. Servimos congelado y acompañado de unas hojas de menta.



En septiembre, el 11, intentaremos encontrarnos de nuevo si Alguien superior no decide otra cosa...Abrazos totales.

Después de la lluvia de verano.



Si fuera verdad que dos almas
caminan juntas, sin conocerse
sus cuerpos; si fuera verdad
que se han tocado desde siempre,
que bebieron la misma luz,
que el mismo destino las mece;
si fuera verdad que son hojas
del mismo arbusto, eterno y verde,
si fuera verdad que su gloria
se cumple el día aquel que tienen
los ojos del alma gemela
fijos en su carne evidente;
si fuera verdad todo eso,
cómo podía yo no cantar
bajo la lluvia del poniente
que a ti me lleva y acerca.

Si fuera verdad
que dos almas, sin conocerse
sus cuerpos, vibran, marchan juntas
hacia el mismo nido caliente,
como aquel día de luz honda,
dorada y dulce de septiembre
en que, por yo cumplir años,
tus “¡ Felicidades!” me diste.

Sueña, me dices. Y yo sueño.
Canta, me dices: Y yo canto.
¿Cómo callar? Sólo callo cuando te beso.
Tú sabes que mi boca es tuya
cuando te beso en el crepúsculo
y dejo que el mundo
en nuestra boca se nos funda;
cuando me asomo al borde de tus ojos
y te mide mi pulso bajo los cielos rojos,
¿cómo callar? Cuando te beso al amanecer
y tu noche se expande en cielo de abrazos.

Anoche me puse a llorar de hermosura,
pegada mi boca a la tierra mojada de tu cuerpo
cuando apagué la luz para más pensarte.

Caminito a tus sueños



Se desmaya la noche si se mira en tus ojos,
las campanas son mudas para no despertarte,
y el silencio te abraza hasta que vence el alba
e iluminas el mundo con tu mirada nueva,
distinta a la de ayer porque tu luz bautiza el día.

Tú no lo sabes, pero paso siglos
–o briznas hilachadas de tiempo-
acechando tus sueños, buscando en qué naufragios
se pierden esas horas que no mides conmigo,
en que furtivos brazos de humo ajeno te pierdes,
por qué esquinas del aire se deshace el dibujo
que limita y madeja tu cuerpo hermoso y leve.

Tus susurros nocturnos alientan manantiales
de ternura, gargantas de esperanzados ríos
que desembocan siempre donde mi piel te nombra.
Es tuya la energía de quien todo lo entrega,
en ti el hondo secreto de darte a cuanto amas,
de derramarte toda generosa y desnuda,
de ser tú misma; nunca vestiste disfraces.

Si tejiese tus sueños como una araña teje
su tenaz celosía de vulnerables hilos,
acaso descubriera de qué universos surge
tu fuerza que haces mía, de dónde tanto arrojo
que desarraiga y vence con amor mi lejanía.

Se me escapan tus sueños, pero cómo me salvan,
cómo me zarandean tus pájaros nocturnos,
cuánto viento en tus alas, cuánta gozosa herida.

Existo porque un día me soñaste, ninguna
otra razón de vida me alivia en las distancias.
Sobre la suave playa de tu piel me revives,
y exhumas, boca a boca, mis alientos de ahogado.