CONOCIMIENTO
Mi sirena de amor no es un “objeto” puro;
es un “objeto” hermoso, y creo que eso basta.
Bellos son sus brazos, sus hombros, sus senos;
bella su sonrisa, bellos son sus ojos ( ¡y qué poco me miran!)
Deseable es mi sirena, me engaña, o furtiva, resbala
suave, suavemente, con física dulzura,
o gravita hacia un centro mío más secreto que el alma;
o me duele con un fuego más real que el cariño.
Si la beso, no hablo; si la toco, no creo;
y me quedo callado mirándola muy cerca,
o me duermo en sus brazos, o me muero en su espasmo,
y en aniquilarme halla cierto descanso.
Mi estricta voluntad, mi punta seca
que está domando en ella
oceánicas pasiones y rumores antiguos.
El cauterio que me aplico
a esa llaga amorosa que, sin forma, palpita.
Si hiero, mato, engendro.
Si la acaricio, mido,
sujeto sus equívocos y todas
las suavidades sumas que al todo convidan.
Hasta que al fin, en sangre,
en sombra, espasmo y nada,
en su sólo sí misma,
en mi ir traspasando mis propios sentimientos,
la obtengo, mato, muero.
Porque el hombre es hombre busca,
combate seco, desgarra
una dulce materia femenina,
receptiva, sin forma, sin intención ni dueño.
Más las sirenas son siempre suaves,
siempre son mujer, y lloran, padecen, sufren
con su piedad difusa, su inequívoca delicia,
su no pertenecerse totalmente a sí mismas.
Ellas esperan la gracia. Ellas perdonan, ofrecen
jardines y sonrisas - o el sosiego, el descanso -;
ellas que flotan mecidas en un inefable encanto.
¿Mas nosotros, por hombres, cara a cara luchamos,
bien abiertos los ojos frente al vago infinito,
contra esas melodías que ablandan nuestro huesos?
Nosotros, bien definidos;
nosotros solos, macizos;
nosotros en cuerpo entero
consagrados a una empresa.
Que así, porque sí, nosotros,
contra equívocos, sueños, velos y vagos ensueños,
penetramos en su carne.
Las abrimos, las amamos para matar su secreto.
Cierro los ojos, te envuelvo, muriéndome por dentro
para vivir lo total en el momento; como todos podemos
vivir, como besamos, como amamos y erramos luminosos,
como yo, por ti, contigo, puedo y hago
y te miro sin acabar de encontrarte.
Si me pones la noche. Te pienso.
Si me pones el día. Te espero.
Sirena, sé que el amor existe.