Espejo de Luna

lunes, agosto 08, 2005

Vacaciones

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Las vacaciones son para el cuerpo sin alma. Hay quien dice que las vacaciones son de tierra y agua, físicas, puras, elementales, sagradas. Ahora me surgen, yo las tengo ahí a la vuelta de la esquina y un viento se abre, sin pedirme permiso, como queriendo cantarlas; y casi parezco un inmortal que trata de raptarlas, de alejarlas. No me parecerán las mismas que las de otros años. No lo serán, ya sin alma, felices, desnudas, como un canto, olvidadas de sí mismas, radiantes, hermosas, descaradas, con las constelaciones de las gotas de agua y sol en los cabellos como una ola parada. No lo serán, no. Las vacaciones me disparan y les faltarán las palabras que vengo a bautizar en tus ojos, estas que quieren seguir propagándote con esplendor de origen mi cálido aliento y acercarte mi rumor de caricias sin descanso.
Tengo mis días contados, según lo que puede contarse con las cinco puntas de estrella de una de tus manos. Mas si de vacaciones me voy, seguro que volveré buscando el delicioso frescor de tu brisa y las olas de tu mar, y este pensarte casi salvaje de mi eterno inagurar. Durante estos días a pedirte vengo que me pongas ante tus ojos nocturnos. Hermosas así serán las noches, las estrellas con sus hilos colgantes me regalarán lo claro de tus aguas de plata atropellada, esa copa transparente de tu cuerpo donde quisiera seguir bebiendo el rocío de todas mis auroras. Y no te pido más. Pido simplemente que las materiales magias de tus luces sean mi faro. Nada más (¿será mucho?)
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lunes, agosto 01, 2005

Pensando...en tu piel

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No donde todas las ciencias, donde se buscan siempre los recuerdos y las tardes caídas. Para encontrarlos no he de multiplicar noches blancas por canciones de olvido, ni mirar mis manos aun de ti vacías. Aun más que el tiempo, el viento, más eterno que el tiempo, me trae tus huellas.
La huella de tus pechos perfumados que vienen sobre mí, que vuelven al vuelo de la amanecida, alegres, vivos, nerviosos, como trompos de luz.
Y ahora, rendidos, se posan en el plano de luna de tu piel, hechos joven y deliciosa montaña femenina, tallado hielo o volcán que se derrama a los alcores de tus hombros, y se crece en el follaje desnudo de tu cabellera...
Toda tu piel, cálida, quemada de tanta luz, que copia los tungstenos de las venas con su azul incandescente. Encendida, porque no hay átomo de esa piel que no haya delirado de amor cada vez que mi pensamiento la alcanza.
¡Cómo pretendería yo modelar tu pecho! En el sofoco de la danza, mordiéndote los hombros, tus pechos recién cogidos, como alas de paloma...Pero en tierra, como arcilla crecida, limitados de antigua vocación de cielo a cálices invertidos, de astro a flor, que todavía con mis manos de alfarero no logré dominarlos en su forma... sólo traída a mí por el viento.
Los siento arder bajo mis manos, sí; y la arcilla, cuando mi boca los moja, se desmorona sacudida por el pájaro que, sin remos, sigue cantando en tu corazón todos mis latidos. Porque tú estás ahí, casi a mano mía, mano que quiere saber de ti y del sabor de tus venas...