Espejo de Luna

miércoles, diciembre 21, 2005

FELICES NAVIDADES

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Anoche, a las cuatro, dormía todo alrededor de mi sueño.
Dormían el aire y la luz; dormían el acaso, la flor, la mariposa
y la palabra; dormía el color de las alas y el vuelo...

El alma mía desvelada, yo no dormía. La luna no dormía.
No latía el reloj y era perfecta la concertada ausencia

de sonidos en la dulzura del instante.
Mi vigilia era ese resplandor sutilísimo, imprescindible para

encender la lámpara mágica del insomnio en la oscuridad.
Mi pensamiento encendido mantenía la vela de mis ojos;

en vela mi corazón estaba pensándote, Sirena.
¿Dormías tú?
Pero la estrella -¿era tu estrella la que yo veía a través de mi ventana? -,
las estrellas no dormían.
¡Cómo las presentía arder, zarandeadas por el viento lejano, flanqueando
el camino de la oscura luna nueva! Sedientos luceros de la calurosa noche,
ángeles dictadores, ¡Azrael! señales de la luz de mi pensarte.

Arriba, a galope, Mizar; jinete Alcor pulsando las riendas.
¿Llegará la Bien Esperada en Carro de David?
¿O la trae Casiopea en Silla de la Reina? Berenice

le dé su mejor Cabellera y la guirnalda boreal de la Corona
la Perla de su Margarita.
¡Espiga de mi noche, tú, Sirena, prestidigitadora en el Trapecio de la Virgen!
Escorpión te regalaba su abanico, rojo aún el clavillo remachado de Antares.
¡Qué deseo de mi pensamiento para ir en tu busca, de caza hacia lo alto,
junto a Orión, sumisos mis Lebreles pensadores!
Sagitario disparaba. Atlas casi no podía, a cuestas, con tanto cielo.

Amarilleaba Arturo; la Lira en Alfa resplandecía.
Se conjuraban la Serpiente y el Águila para el ocaso de Zaratustra.
Sobre Santiago caminante pintaba de blanco

su pared la esplendorosa Cruz del Cisne...

Mientras miraba por la ventana abierta,
me esforzaba
en recuperar mis límites, muellemente alterados,
si por el sueño, si por el ensueño de tus vuelos de luz
pintando el cielo en lo alto. De cara al techo estaba yo,

inmóvil y tendido en mi cama de siempre. Cerraba
mis ojos para mejor ver, no viendo la oscuridad.
Desprendía poco a poco la mirada de mí, escardaba
las flores del suspiro de tus palabras que me faltaban,

el paisaje real de tu imagen de estrella; invisible estrella
lejana en el cielo de tu tierra...

Y después todo volvió al sitio verdadero:
la alcoba, a sus dimensiones de siempre;
el surtidor de las estrellas, a su fuente propia;
tus ojos ideales, a los luceros; mis ojos,

a sus órbitas de anchos ruedos de sueño;
el reloj, a su latido...
y con paso callado la estrella que lleva a Belén
a los Reyes Magos les hacía señas.


lunes, diciembre 19, 2005

Hilo de Cielo

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Mi querer
está hecho
de vientos,
de horizontes,
de estrellas;
manso como las nubes,
intenso como los besos
tuyos que pienso.

Siente
mi intangible
presencia,
transparente:

Me tienes
en tus silencios,
en tus palabras,
en tu piel,
en tu alma;
no hay espacio en ti
del que me ausente.
Toca en tu corazón
ese hilo de cielo
que tejo
en la distancia.

Me conocerás así,
desnudo, sólo
de tu piel vestido,
tejiendo
en ti mi nido.

¿Eres ave,
eres cuerpo,
alma sólo?
Ah, tu carne
yo beso
como dos alas
tibias,
como el aire
que mueve
tus pechos
respirando...

"¿Qué me haces,
qué no me haces,
deseada?” ...

- dicen mis suspiros.

Siento tus palabras
que no me llegan,
mi sed, tu agua;
tu alma en mí está,
brillando la mía
de ti se llena.
Siento dentro,
en mi boca,
la miel dulce,
el sabor de tu aurora;
calado de ti
hasta el tuétano
de la luz,
mientras,
todo mi ser
creciente
se incendia
y mi sangre
ruidosa
se despeña
en gozos
de amor,
de luz,
de plenitud;
por tus espumas,
pensadas,
embriagado.

En ti mi nido tejido,
nido expandido
que gracias
a los suspiros,
a diario,
se destapa

y despliega.

Antes
de tú sentir,
de pensar siquiera,
un vacío cualquiera;
recuerda mi nido.

Si en él
no sientes
el calor de mis alas,
busca dentro de ti
y reencontrarás
todo el fuego
de mi alma
de nuevo en ti
tejiendo.

Tejiendo
ese hilo de cielo
que no se pierde

en la distancia.

lunes, diciembre 12, 2005

Cada día, cada noche nueva rosa

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Otra vez tus labios
rosa me invaden;
calor y rumor de los míos
que suspirando te piensan,
pétalos sufridos de aguardar
días y noches y días...
Pongo mi boca. Sufro.
Sedas de ti adoro,
noches encendidas, deseo.
Ya quebrada la noche,
ya amanecido el día,
más sed agotará mis luces
de pasión por la nueva rosa
de tu boca que en la mía
deseo yo apresarla.

¡Ah, dime, Deseada,
di si tu remota
belleza en tu cuerpo
puedo yo besarla!
Sí, sí, dime, sirena,
cómo hay que abrazarte
mientras tu boca expira
en la mía sin habla.