
Me llegas con el baile amarillo de las hojas
Siempre vivo esperando reconocerte un día.
Sé que llegarás como llega el otoño,
desnudando los álamos, meciendo la tristeza
que tiñe de amarillo la vida y sus derrotas.
Imaginé la esquiva posesión de tu nombre,
antes de que existieses en mí ya te soñaba,
viviste ingenuos versos, te fingía para amarte,
anidaste en mi pecho con disfraces distintos.
Pero nunca llegabas, realidad invisible,
dolorosa quimera confundida en la bruma.
Midiendo laberintos y atravesando espejos
te busqué fieramente, y el tiempo se hizo engaño.
Entonces inventé besos, temblores, cálidas
pieles, acogedoras desazones de mi pulso,
para poder mentirme sin mirarme en tus ojos.
Vagué tierras baldías, horizontes sin luna,
desiertos donde el alma va a descansar su pena.
Pero tú no acudías al dolor de mi grito,
desorientada diosa que habita mis noches.
Mas nunca me vencieron la duda y sus argucias:
sólo giraba el mundo para que yo te amase.
Tú surgirás una tarde descabezando estatuas,
arrasando espejismos, sepultando reveses.
Llegarás por sorpresa como llega un diluvio,
como un suspiro ahoga la palabra tristeza,
como un niño descubre que su padre ha llorado.
Podré reconocerte por mis mismas heridas,
por la engañosa espera, por tantas sinrazones
sobre tu piel marcadas que mis labios en sueños bebieron.
Será en un instante sin tiempo parecido a un bautismo,
y entonces podré darle tu nombre a mi esperanza, sirena.
Sé que llegarás como llega el otoño,
desnudando los álamos, meciendo la tristeza
que tiñe de amarillo la vida y sus derrotas.
Imaginé la esquiva posesión de tu nombre,
antes de que existieses en mí ya te soñaba,
viviste ingenuos versos, te fingía para amarte,
anidaste en mi pecho con disfraces distintos.
Pero nunca llegabas, realidad invisible,
dolorosa quimera confundida en la bruma.
Midiendo laberintos y atravesando espejos
te busqué fieramente, y el tiempo se hizo engaño.
Entonces inventé besos, temblores, cálidas
pieles, acogedoras desazones de mi pulso,
para poder mentirme sin mirarme en tus ojos.
Vagué tierras baldías, horizontes sin luna,
desiertos donde el alma va a descansar su pena.
Pero tú no acudías al dolor de mi grito,
desorientada diosa que habita mis noches.
Mas nunca me vencieron la duda y sus argucias:
sólo giraba el mundo para que yo te amase.
Tú surgirás una tarde descabezando estatuas,
arrasando espejismos, sepultando reveses.
Llegarás por sorpresa como llega un diluvio,
como un suspiro ahoga la palabra tristeza,
como un niño descubre que su padre ha llorado.
Podré reconocerte por mis mismas heridas,
por la engañosa espera, por tantas sinrazones
sobre tu piel marcadas que mis labios en sueños bebieron.
Será en un instante sin tiempo parecido a un bautismo,
y entonces podré darle tu nombre a mi esperanza, sirena.