FELICES NAVIDADES
Anoche, a las cuatro, dormía todo alrededor de mi sueño.
Dormían el aire y la luz; dormían el acaso, la flor, la mariposa
y la palabra; dormía el color de las alas y el vuelo...
El alma mía desvelada, yo no dormía. La luna no dormía.
No latía el reloj y era perfecta la concertada ausencia
de sonidos en la dulzura del instante.
Mi vigilia era ese resplandor sutilísimo, imprescindible para
encender la lámpara mágica del insomnio en la oscuridad.
Mi pensamiento encendido mantenía la vela de mis ojos;
en vela mi corazón estaba pensándote, Sirena.
¿Dormías tú?
Pero la estrella -¿era tu estrella la que yo veía a través de mi ventana? -,
las estrellas no dormían.
¡Cómo las presentía arder, zarandeadas por el viento lejano, flanqueando
el camino de la oscura luna nueva! Sedientos luceros de la calurosa noche,
ángeles dictadores, ¡Azrael! señales de la luz de mi pensarte.
Arriba, a galope, Mizar; jinete Alcor pulsando las riendas.
¿Llegará la Bien Esperada en Carro de David?
¿O la trae Casiopea en Silla de la Reina? Berenice
le dé su mejor Cabellera y la guirnalda boreal de la Corona
la Perla de su Margarita.
¡Espiga de mi noche, tú, Sirena, prestidigitadora en el Trapecio de la Virgen!
Escorpión te regalaba su abanico, rojo aún el clavillo remachado de Antares.
¡Qué deseo de mi pensamiento para ir en tu busca, de caza hacia lo alto,
junto a Orión, sumisos mis Lebreles pensadores!
Sagitario disparaba. Atlas casi no podía, a cuestas, con tanto cielo.
Amarilleaba Arturo; la Lira en Alfa resplandecía.
Se conjuraban la Serpiente y el Águila para el ocaso de Zaratustra.
Sobre Santiago caminante pintaba de blanco
su pared la esplendorosa Cruz del Cisne...
Mientras miraba por la ventana abierta, me esforzaba
en recuperar mis límites, muellemente alterados,
si por el sueño, si por el ensueño de tus vuelos de luz
pintando el cielo en lo alto. De cara al techo estaba yo,
inmóvil y tendido en mi cama de siempre. Cerraba
mis ojos para mejor ver, no viendo la oscuridad.
Desprendía poco a poco la mirada de mí, escardaba
las flores del suspiro de tus palabras que me faltaban,
el paisaje real de tu imagen de estrella; invisible estrella
lejana en el cielo de tu tierra...
Y después todo volvió al sitio verdadero:
la alcoba, a sus dimensiones de siempre;
el surtidor de las estrellas, a su fuente propia;
tus ojos ideales, a los luceros; mis ojos,
a sus órbitas de anchos ruedos de sueño;
el reloj, a su latido...
y con paso callado la estrella que lleva a Belén
a los Reyes Magos les hacía señas.