DE NOCHE
Me hablas sin voz, sirena,
y penetras mi mente abierta a tu antojo,
con sonrisa de noche incandescente,
albor de mujer para el amor nacida.
Eclosión de volcán, de ternura y fuego,
vibración cristalina, arpegio vivo,
sinfonía de abismo marino,
viento, … nube, …
armonía del océano te imagino.
Me tornaré ola para nadar a tu paso,
árbol seré si quieres cobijarte,
seré el niño que comparta tus juegos,
hombre seré para poder guiarte
y cálida noche para cubrir tu cuerpo.
Quiero que absorbas el rocío de mis amaneceres
evaporándolo con el calor de tu mirada,
y que ahuyentes los negros crisantemos
que oscurecen tu mente en la caída de la tarde.
Que me estremezca tu piel inquietante,
sutil espuma de tu ser acariciante,
y que al unísono rían nuestras almas
en la ilusión del tiempo adormecido…
Quiero renacer contigo a un nuevo día,
para volverte a amar de madrugada.
ÉXTASIS
¡Anoche, de pronto los relojes detuvieron su latido!
Tus sábanas de seda acariciaban la seda
de tu cuerpo tendido junto al mío
y nos cubrimos con fulgores de Luna.
Nuestras miradas, saetas elocuentes;
todo a mi alrededor se desdibujaba,
todo menos tú. Hechizadas de ti,
mis pupilas se fundieron con las tuyas
y noté que mi pulso se aceleraba…
Se hizo más denso el aire…
Mi mente cerrada estaba al pensamiento
y sólo acertaba a saber y anhelar tu esencia.
Timidez exquisita, te rodearon mis brazos, lentamente…
Sentí tu piel, pájaro de fuego,
rozar mi pecho palpitante…
Ávidas de ternura, se unieron nuestras manos,
estrechándome en lazo que ansiaría eterno.
Mágico instante de sensaciones nuevas…
Los dos escuchábamos la misma música
que unísona acompasaba nuestras respiraciones,
mientras yo te estrechaba más y más en abrazo…
Vibrante oscuridad nos encadenaba…
Oculté mi rostro en tu cabello
y busqué tu nuca con mi cálido aliento.
Cada vez más cercana quiso percibirte mi instinto
mientras me aturdía el aroma largo de tu pelo.
Sentí que algo surgía en mi ser que me paralizaba,
que mi garganta comenzaba a resecarse
y cerré mis párpados con fuerza
para saborear la nueva emoción
de tenerte entre mis brazos y que me subyugaba.
Entretejí tu pelo, noche de seda en tu almohada blanca…
Plumas candentes, sembré de besos tu frente,
tus mejillas, tus párpados, tus sienes,
con ternura y pasión entremezcladas.
Se deslizaron mis dedos por tu cuello,
surcando el vado tibio de tu nuca,
mientras besaba tu rostro,
fugitivo de la adolescencia.
Latían al unísono nuestros pulsos
y vibraban nuestros sentidos
al compás de una misma sintonía.
En un segundo que se me antojó un siglo,
me detuve,… mi aliento buscó el tuyo…
Febriles, se encontraron nuestras bocas
y ardieron los labios en ansiado beso,
ascuas de miel, dulzura enardecida.
Y se evaporaba el tiempo, mientras sentía
que un calor violento abrasaba mi dentro.
Suave néctar volcánico, mi lengua a la tuya llamaba
con ganas, con ansia acrecentada un segundo más tarde,
y con plena locura en el instante mismo
en que percibimos nuestros seres
inmersos en completo deseo uno del otro.
Súbitamente, sentí mi cuerpo estremecerse,
que el control me abandonaba y temblé,
hombre y niño a la vez, candor y fuego,
cual hoja arrebatada por un huracán desconocido.
Me aferré a tu cuerpo con fuerza inusitada
y deseé tornarme inmaterial
entrando en ti para llegar al fondo de tu alma.
Sabias, acudieron tus manos a calmarme
mientras las mías dibujaban ignotos arabescos
cual ancestrales runas
en el mar perfecto de tu espalda,
suavidad no curtida por vientos de tormenta,
cálido imán para mi boca amante.
Trémulos, mis dedos recorren tu cuerpo,
lo descubren, lo aprenden, lo veneran…
y hasta la última gota de mi sangre
se arrebola al adivinar tu siguiente caricia.
Vocalicé tu nombre y apellido sin emitir sonidos…
S-i-r-e-n-a…M-a-r…
En la noche te busco,
te ciñe el cerco de mis brazos,
te atraigo hacia mí más todavía…
Mil fuerzas siderales te aprisionan,
astral es mi deseo, cósmica mi exigencia…
¡Oh sirena, bésame otras cien veces,
no te detengas,
hasta que absorbas mi ser en cada beso!
Grita mi mente cuanto mi boca calla…
Nos nubla la vorágine de un volcán en acción,
y entrelazados siento
la turbadora fuerza del peso de tu cuerpo sobre el mío…
¡Oh dioses!, ¿qué me ocurre?
Un calor olvidado se desata en mis venas
y sube poco a poco, palpitante, a mi boca,
reseca mi garganta e impregna mis sentidos,
al ritmo alucinante de mi respiración entrecortada.
Eros brota en tu cuerpo mi esencia de hombre,
y te enerva mi empuje varonil,
tallo de ardiente jade que apaciguará el fuego
que me ha encendido tu ser en las entrañas.
Eclosiona tu encendido cáliz, dispuesto a recibirme…
Todo se ha encendido…
La luz de mi deseo brilla para ti,
mi joven sirena y dueña…
¡Tiemblan las estrellas
y se estremece el mundo!
Me susurras:
“¡Sé afluente de mi eterno río
y purifica con tu lava ardiente
el altar que, esta noche y en tu honor,
mi espíritu ha erigido!
¡Que tu cuerpo y el mío se confundan
hasta ocupar un único lugar en el espacio!”
¡Oh, angel de mi noche incandescente,
chiquilla y MUJER adorada y apasionada!
Doy gracias a los dioses por hacerme hombre,
para vivir la dicha de este glorioso instante,
en que unidos los cuerpos,
no podrán nuestras almas
ya jamás separarse.
Tú y yo juntos en la noche
y las estrellas
sirviéndonos de techo allá en lo alto.
MI PROFESORA PARTICULAR
Me iba a enseñar idiomas y a flotar en el agua,
dos de sus muchas especialidades,
por un módico precio:
varias veces al mes yo tenía que pintarle
en su cuerpo desnudo un mapamundi.
‹‹Chapoteo se dice paflasmós››”.
‹‹¡La barbilla hacia arriba, no respires!››
Hundirme y mis errores de pronunciación eran,
al parecer, fruto de un mismo vicio:
las consonantes y las olas
rompían en mi vida como en un arrecife.
Me tragué varias veces el océano Atlántico
y un millón de los poemas de Seferis y Elytis
sin poder aprender
a ser una gaviota reposando en el agua
o un acento en verso.
Los días que tocaba pagar yo dibujaba
países y accidentes geográficos,
cordilleras, provincias, carreteras y afluentes,
los polos, los desiertos, los océanos.
Mi sirena era sensible
a mis dedos que la recorrían
manchados de pintura
pero no a mí: jamás me había
dejado acompañarla al viaje innumerable
que el mapa de su cuerpo prometía.
“Cartógrafo, no amante”, sentenciaba
entre hondos gemidos,
‹‹pues tampoco sabrías mantenerte
a flote entre mis brazos,
ni entender los idiomas
que se hablan en mi cálida ensenada››.
Una noche que su piel exhalaba
un aroma a mate con hierbabuena
decidí que era tiempo de pagarle los atrasos:
le coloqué Marruecos al norte de Mongolia,
borré los meridianos y me hundí... en ella.
MARTES DE LUNA LLENA
Mañana que hay luna llena
yo quisiera que tus pechos
de sirena estuvieran dormidos
y que al acordarte de mí
se despertaran para mí.
Los besos perezosos, los labios
entreabiertos como pétalos
en el cielo indolente
de la noche de tu cielo.
El vestido que desciende
hasta las caderas:
revelación de la luz
y el secreto del vientre.
Y quisiera, sirena,
que lo que sea mañana noche
en las escaleras de tu cielo
sea también hoy y siempre
para iniciar así el ascenso
del tú y yo al nosotros
tantas veces prometido.