Oceánida de luz
Cuando veo la luna, sin luz, casi diluida en el cielo sereno, abandonarse al alba, tras la huida de las últimas estrellas, pienso en tu rostrodesvanecido y flotante en la sedosa cabellera que lo rodea. Borrosa, incierta claridad, como nacida de tu propio fuego, con fría llama más clara. Con señales de amor. Ensombrecida por los tsunamis del amor. Con la cárdena huella de las lágrimas; con las huellas del beso; y de la espera ansiosa, y de las noches largas. En un destino de no vivir sino como extinguiéndote… ¿Cómo decirte que tengas esperanza?
Siéntate, no mires hacia atrás. ¡Adelante! Levántate. Un poco más. Es la vida. Es el camino. Sigue, sigue subiendo. No vaciles y álzate. Álzate todavía. ¡Ah, qué joven eres! ¿Qué quieres? Toma tu bastón y apóyate. Levanta. Un brazo a tu lado quisieras. Míralo.
Míralo, ¿no lo sientes? Aquí, súbitamente, está quieto. Apenas si el calor de su pensarte lo denuncia. Y en tu oído una palabra no pronunciada. Una palabra sin música, aunque tú la estés escuchando. Una palabra con viento, con brisa fresca, la que suavemente orea tu frente, seca tu rostro y quiere enjugar el rastro de aquellas lágrimas. La que atusa, la que apenas roza tu pelo ahora en la inmediación de tu noche.
Cógete a ese brazo blanco. A ese que apenas conoces, pero que reconoces. Yérguete y mira la raya azul del increíble crepúsculo, la raya de la esperanza en el límite de la tierra. Y con grandes pasos seguros, enderézate, y allí apoyada, confiada, échate rápidamente a andar…contigo y con mi aliento.
Tiempo sin horas
Para ti no tiene tiempo mi reloj…
Hace doce latidos te estaba pensando yo,
hace cinco sonrisas estaba más embobado yo;
¿ te acuerdas hace tres besos lo endulzado de ti que estaba yo?
¿Son tus ojos dulces?
No, que está turbado tu mirar brillante de anhelos y besos.
¡Cuánto me gusta besarte con tiempo de besos!
No existen minutos ni segundos,
en mi reloj sólo hay besos cuando te beso
todo lleno de alas ansiosas,
de ganas y más ganas de amor por abrirte,
por abrirme en el íntimo abrazo de tu mejor beso.
¡Tenme en tu caricia!
Cabelleras, torrentes,
músicas de piel,
corazón en tu pecho: esa ave
que, tomada, tiembla.
Y tú, esquiva, jugueteando
desnuda, sobre mí, lenta y suave,
encumbrándome a tu cielo.
Dime, sirena, cómo hay que abrazarte
mientras tu boca expira
en la mía, sin habla.
Di si tu remota belleza
en tu cuerpo puedo yo apresarla.
Me miras y aún sonríes con ojos
inocentes y raros.
Sirena, ya basta.
Sirena, no puedo.
Sirena, tú quieres que yo muera contigo
porque sabes que más allá del pecado,
indecible, te adoro, y al buscar mi tiempo
sólo encuentro para ti mi reloj de besos.
En el pecho, en la nuca,
te beso y te quiero.
En el cáliz secreto,
te beso y te quiero.
Donde tu vientre es combo,
fugitiva tu espalda,
oloroso tu cuerpo,
te beso y te quiero.
Yo contigo, sirena, si te toco,
palmera que crece, beso abierto
que, besándote, con su tiempo nos envuelve
ÁNGEL
Diana de la luz, traspasada de luz. Y todavía, menuda, grácil, cumpliendo tu destino. En mi pensar, como una condensación de luz matinal, fidelísima al pie de tu destino.
Penetrada de amanecer. Tú bajaste de allí, figura pálida y ferviente, derramada de azzul, de allí, de más allá, de esa espuma de cielos en el alba.
Ligera como sueño, como espectro o sueño desvanecido por el sol.
Lo implacable en sí no es de tu reino. Pero tú misma sirves un secreto con potencia de implacabilidad.
Traes voluntad de llama de blanca luz que consume, que no te quema y consume.
A esa hora por estrenar la mañana. Cuando la luna, redonda y mínima, empalidece; y flota trasegada en el aire, alto y levísimo, de la clarecida. En la cumbre de mi pensar te yergues de pronto tal en un volcán, contra el cielo, calada de claror, sobre un desvanecido musical de alondras; bañándose en la brisa, que te recorre y estremece, tu cuerpo recién pensado.
Apenas sirena, apenas humo o espiga, apenas rama tierna sofocada por la escarcha, instante tú o infinito, llenas mi mundo.
Ángel y cielo. Ángel la sirena, pero no. Ángel la mujer: TÚ. Ángel capaz de preguntas y lágrimas. Ángel con voluntad de corazón. 
Shot at 2007-07-10
El vino, fino, en tu boca
(La imagen está tomada prestada de internet,
si su propietario quiere será retirada si
así lo desea y me lo dice por E-mail)A un solo gesto de tu boca pródiga
se calman los inquietos miembros
que me habitan;
ella, tu boca, sabe por qué el ave
construye su nido en una grieta
y mi boca anhela el tropiezo en la sola roca
de su azúcar.
Tu boca predilecta, alojada en el gemido
sin pudor
de los amantes encendidos,
tu boca vigorosa conoce las plegarias
y las heridas abiertas por la única hendidura
de mi porfía;
ella seguro comprende mi obstinación
en tu caricia,
porque el deseo tenaz
de tu beso inescrutable me seduce,
porque me huelen los perfumes imprevistos
a recuerdos de tu boca idolatrada
y ciérranse mis ojos huyendo empecinadamente
hacia tu labio gemelo de placer.
Ella, tu boca, sabe, sin duda, que una sola
de sus vocales
devolvería a mi espalda su tersura,
ella, tu boca, la amada, la florida, la soñada en mi fe,
la bella transfigurada
sabe que detendré mi vuelo
y quebraré para siempre mis alas por ella
cuando invoque de nuevo mi delirio
y me proponga beber en su copa.